Por Enrique Herrera @enriqueha
Año y medio lleva Petro en el gobierno pero no gobernando sino en campaña y ese es su gran error, no ha hecho el tránsito y entonces confunde gobierno con campaña y en campaña no se tienen resultados de gobierno.
Además, sigue perdido en el laberinto de sus twists, esa es su trampa y lo peor, no encuentra salida sino que muy al contrario, con cada mensaje desestabilizador en X, se extravía más en el laberinto de su desgobierno que da muestras recurrentes de ineptitud e inacción.
Su Twitter vomita conflicto y arroja ruidos desestabilizadores. Los últimos son la “ruptura institucional” pero la ruptura la provoca él mismo al desacatar la orden de la Procuraduría que suspende al canciller Leyva desconociendo el orden jurídico colombiano; y el de organizar las coordinadoras de fuerzas populares.
O cuando, con movilización popular presiona a la Corte Suprema para que elija fiscal. El problema de esas presiones -de lado y lado- es que minan el proceso de elección al punto que la fiscal elegida no gozará, de arranque, de la confianza de media Colombia.
Además, la marchas y los twists del presidente trasmiten desconfianza y sin confianza es difícil gobernar. La confianza es lo que hace posible movilizar a diferentes sectores de la sociedad entorno a un objetivo común pero Petro hace lo contrario, con un agravante: usa el miedo, y el enfrentamiento como herramientas políticas y así lo que es ganancia para unos es pérdida para otros o en palabras de Innerarity: “No hay nada más dañino que instalarse en el punto en el que el sueño de unos se convierte en la pesadilla de otros”. Así estamos.
Petro es un detonante. El riesgo de “ruptura institucional” lo provoca él y él es que debe conjurarlo. Pero no, no lo hará. Necesita para su narrativa, culpar y culpar a alguien o a algo para excusar sus incumplimientos de gobierno y cubrir su retirada en el 2026.
Petro además, cuando escribe “ruptura institucional” exagera y busca relaciones causales donde no las hay y eso es peligroso porque crea falsos positivos y se empeña en construir posverdades para que su séquito elija, como oveja de rebaño, esa verdad -la que le conviene- y en la que a los hechos y datos los vence el fanatismo.
Pero ahí se equivoca porque lee mal el contexto. Hay una polarización in crescendo, una erosión de los partidos de centro y de la institucionalidad y una irrupción de los extremos y eso es peligroso para la democracia porque la democracia funciona cuando los conflictos se resuelven en el marco institucional, esas que Petro hostiga permanentemente.
Por lo pronto, hay que cuidar la salud institucional del país y ello se hace si se deja que el sistema de pesos y contrapesos funcione porque aquí hay que recordar a Montesquieu: “Para que sea imposible abusar del poder, es necesario que, por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder”.