Periodista Iván Meneses

Por: Iván Meneses. Periodista de investigación

Diciembre es el mes más esperado del año para muchos, pero algunos pocos desean que no llegara.

Alegría, tristeza, nostalgia, esperanza y mucha fe, son los sentimientos que se fusionan en nuestro corazón al sentir las fuertes brisas que por estos días soplan, las cuales son nada más y nada menos que vientos de Navidad. Esos vientos que vienen acompañados con aroma a buñuelos, natillas, vinos, uvas, sancochos, pólvoras, rumbas y parrandas.

Diciembre también es aquel mes que reúne a las familias que están separadas por motivos laborales y de estudios. Aquellos que se encuentran lejos de sus padres, abuelos y amigos, regresan a su pueblo o ciudad natal para vivir las vacaciones decembrinas con sus seres queridos.

Pero que dolor saber que con llantos, tristeza en el alma y desesperación anhelan aquellas personas que se encuentran internadas en una Unidad de Cuidados intensivos (UCI) en un hospital o clínica debatiéndose entre la vida y la muerte, a la espera de un milagro, de esos que solo Jesucristo puede hacer, si con fe y convicción que nuestro Salvador lo hará.

No puedo olvidarme de los seres humanos, quienes se encuentran privados de la libertad en cárceles y encadenados en los cerros colombianos, que piden a gritos salir de ese infierno y poder abrazar y sentir el calor de la comodidad de sus hogares para vivir con sus familiares y amistades la nochebuena.

Estos tiempos de Navidad, brisas y fin de año, me recuerdan a mi niñez, esa que viví al lado de mis padres, hermanos y amigos en aquella tierra olvidada por sus gobernantes, pero amada y anhelada por sus hijos, quienes con añoranza esperamos volver a ella para caminar por sus calles polvorientas, saludar con un apretón de mano, un abrazo rompe costillas a nuestros paisanos y amigos que se quedaron ahí, unos a sembrar el campo, otros navegando por las aguas dulces y profundas de su complejo cenagoso, pescando los peces más grandes y otros dedicados a arriar y ordeñar el ganado. Les hablo de mi Zapatosa del alma, ese pueblo chiquito y bonito ubicado al Sur del Cesar al margen derecha del río Magdalena.

Complejo cenagoso de Zapatoza, en el municipio de Tamalameque, departamento del Cesar.

Las casetas comunales de inmediato abren sus puertas a propios y forasteros. A estos últimos se les da un trato especial haciéndolos sentir como un amigo o un familiar, brindándoles el mejor plato típico de la región como lo es el pescado acompañado con yuca, arroz, sancocho de gallina criolla, agua de panela o limonada para refrescarse de las altas temperaturas. Esto se debe a la hospitalidad, calor y calidad humana que nos caracteriza a los Zapatoseros.

En la época de mi infancia y adolescencia, recuerdo cuando iba a bailar a la única caseta conocida popularmente como “la caseta de Gloria Vega”, en ese establecimiento podía bailar como ya lo mencioné, tomar, comer empanadas, arepas y otros. Eran tiempos tan sanos que se podía amanecer con la familia, la novia y amigos, disfrutando las fiestas decembrinas.

Casetas comunales en Zapatoza, donde confluyen la hospitalidad, la gastronomía y la alegría de las fiestas de fin de año.

Al llegar las 12:00 de la media noche del 31 de diciembre, todos corríamos a nuestras casas a abrazar, darle un beso y desearle un feliz año nuevo a nuestros papás y abuelitos. Camino a casa abrazábamos a todo aquel que nos encontráramos y le deseamos ¡feliz año nuevo!,y quemábamos el tradicional muñeco de año viejo.

Cabe mencionar que, en la noche del 24 todos corríamos a la iglesia católica acompañados por nuestros padres a rezar la novena de nochebuena. Una vez culminada la eucaristía y novena, nos sentábamos en la mesa a compartir la cena navideña en familia y amigos.

Con dolor y tristeza recuerdo esos momentos felices que el transcurrir del tiempo se llevó para nunca más regresarlos. Siento también tristeza al ver que nuestros sobrinos, hijos, nietos y la futuras generaciones no sabrán lo que es vivir una infancia y adolescencia sana, feliz y con buenas costumbres que hemos heredado de nuestros ancestros, esos que se han marchado a otro plano, dejándonos un vacío y dolor fuerte en el pecho.

Es aquí en donde la tristeza, la Soledad y nostalgia nos embargan al recordar a nuestros viejitos y demás seres queridos, cuyos recuerdos evocamos al escuchar canciones navideñas, al armar el arbolito y saber que ha llegado un diciembre, una Navidad y un nuevo año más sin ellos.

Como dice la canción vallenata que se ha convertido en icono en diciembre, vientos de Navidad de Los Diablitos:

“Recuerdo a mis viejos que a la tumba ya se fueron, quisiera devolver el tiempo para verlos otra vez. Navidad que triste se va el año viejo, donde están quisiera abrazarlos de nuevo”.

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