Por: José Manuel Herrera Brito
Las crisis dejan muchas heridas abiertas y la sensación de pérdida de tejido social, industrial y empresarial esenciales para la economía, al afectar muchas actividades productivas. Situaciones que deben llamar a cambios y transformaciones, a reaccionar a tiempo, a consolidar lo que se tienen e ir con determinación y decididamente tras otros nuevos proyectos empresariales que potencien entre nosotros la productividad y el ánimo de todos.
No podemos dejar bajo circunstancia alguna que cunda el pesimismo, sino ponernos en guardia, alertarnos y alentar el porvenir. Llamar a la inversión nacional y extranjera. Apurarla a instalar fábricas, potenciar proyectos, referenciar procesos de transición energética y en el sector forestal, crear sinergias con sus afines y establecer líneas de producción en las más de sus actividades que puedan hacernos eficaz y eficientemente competitivos. Y así como respecto de los anteriores señalados aspectos, hay que redoblar esfuerzos y encaminarse a buscar y aupar con insistencia más iniciativas empresariales, en la certeza que el empresariado no se negará como lo han demostrado y sin hacer mucho ruido en medio de grandes dificultades, invierten y crean empleo y riqueza para nuestro territorio y los nuestros, interesa lograr que cada iniciativa y proyecto deje para nuestros territorios mucho dinero en inversión y miles de empleos directos e indirectos, en lo que debe notarse el impulso de los gobiernos.
Es hacer que empleo y trabajo sean una garantía real para sus pobladores y una posibilidad para salir de la pobreza. Nuestro progreso si así podemos llamarlo, ha sido lento y desigual, por lo que estamos obligados a repensar y reformular las políticas económicas y sociales destinadas a reducir la pobreza. Entender a cabalidad que las crisis generan grandes desafíos para una sana convivencia, integral prosperidad, seguridad y se corre el riesgo de tener territorios fragmentados y abiertamente confrontados en sus reales necesidades. La persistente escasez de oportunidades de trabajo decente, de inversiones suficientes y el bajo consumo provocan una grave erosión del contrato social sobre el cual se asientan las sociedades democráticas y según el cual el progreso debe beneficiarnos a todos.
Necesario es tener en cuenta los compromisos con los asociados, con la promoción de la inclusión social y el empleo como condiciones esenciales para la reducción de la pobreza y el respeto a los principios y derechos fundamentales en el trabajo. Desarrollo social, humano y crecimiento económico son sin duda condiciones esenciales, aunque no suficientes del todo para reducir la pobreza. Para lograrlo, será necesaria una reorientación del crecimiento en favor de los pobres, en lo que importa realizar cambios en instituciones, normas, reglamentos y prácticas que son parte del proceso que genera y perpetúa la pobreza, lo que no debe ser más en contexto de las realizaciones mejores que hay que procurar en todo momento y bajo toda situación y circunstancias para la población es su todo integral. saramara7@gmail.com