Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
Ojalá que las celebraciones por las que acabamos de pasar sirvan para escucharnos, así como para buscar y consolidar esa unidad que tanto requerimos, a efecto que la fuerza de la destrucción (que es más autodestrucción) se invirtiera y conduzca a caminos de reconciliación en los que podamos entonar cantos de definitivos avances y significativas como positivas realizaciones.
Empezamos año 2025 y con él, quiera Dios, decidamos lo más que sea lo cual una nueva oportunidad en la que los buenos deseos, las acciones generosas y la esperanza de vivir en paz con desarrollo, crecimiento, bienestar y prosperidad, como faros luminosos que terminen por clarificar el muchas veces atascado tráfico de lo cotidiano, de las profundas contradicciones que se viven, a fin que termine por imponerse la luz de las buenas como mejores intenciones ante el peso de realidades llenas de complejidades e injusticias en las que muchas veces se impone la barbarie con sus diferentes caretas, así como la muchas veces podredumbre de la política, árbol que muchas veces no deja ver el bosque, más sí como un simple botín electoral y económico a la sociedad.
No podemos seguir yendo como sociedad siempre a contracorriente de todo aquello que día tras día nos da más de un motivo para perder la esperanza o para conformarnos con la angustia que se anida en el alma mientras observamos las escenas dantescas que se desarrollan a lo largo y ancho de nuestros territorios dese lo local a lo orbital. Sea este nuevo inicio de año época propicia para formularnos los buenos, duraderos y mejores deseos que tanta falta nos hacen, entendernos, escucharnos, hacernos fuertes en conjunto para necesariamente resistir lo oscuro que muchas veces arropa nuestra cotidianidad. Seamos trascendentes por favor, mantengamos la luz así las tormentas sean una constante amenaza, toda vez que en ello se centra la posibilidad de marcar diferencias en la mejor vida que como individuos y sociedad merecemos.
No podemos permitirnos el lujo de bombardear las bases de la sociedad, las familias, la democracia, ni la vida en comunidad, sino decidor superar lo que mal nos hace, recordar siempre que debemos y se impone avanzar no fracasar y adentrarnos en terribles consecuencias, sino recordarnos siempre la posibilidad de un orden diferente, de nuestra capacidad para mirarnos y reconocernos como parte de una opción de vida para detener lo negativo, y en positivo, levantar permanentemente las luces que nos orienten para no naufragar en ninguna tormentas.
Importante permitirnos respirar con generosas bocanadas de vida por la esperanza en el porvenir y los nuevos amaneceres. Dialoguemos, celebremos permanentemente la vida, regalémonos avances significativos, orientemos nuestras vidas y de la comunidad en medio de las afugias y encendamos la esperanza que tanto necesitamos y bien como mejor merecemos.
*Abogado. Columnista. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. Magister en Derecho Público. saulherrera.h@gmail.com