SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

La política y la democracia exteriorizan modos diversos de entender el poder y la participación. Como poder, entendemos la capacidad que tiene una persona o institución del Gobierno para imponer su voluntad sobre quien afecta la decisión tomada, y aun cuando convengamos que el poder político no es únicamente el poder del Estado, sí es posible afirmar que el poder político supremo es el del Estado, el cual requiere de la mayor legitimidad y que esta sea obtenida mediante el proceso político que corresponda, entendiéndose por proceso político la formación, la distribución y el ejercicio del poder; y como participación, cualquier acción realizada por un individuo o grupo con la finalidad de incidir en una u otra medida en los asuntos públicos, siendo en consecuencia la participación el conjunto de acciones llevadas a cabo por los ciudadanos que no están necesariamente involucrados en la política de forma directa, y cuya acción pretende influir en el proceso político y en el resultado del mismo.

El realismo lo ubica dentro del sistema institucional para modificarlo desde dentro; la politización lo enfrenta con el sistema institucional para modificarlo desde fuera; y, la experiencia, se ubica totalmente fuera del sistema institucional. Pero más allá de cualquier diferencia, confirman dichos modos que estamos frente a un proceso de resignificación de la política y la democracia como debe y tiene que ser, en aras de fortalecer y profundizar para todos, la democracia. Por su parte, la radicalización de la participación y las nuevas formas de ejercer el poder se transforman en los contenidos fundamentales de este proceso de transformación, lo que a la postre va a permitirnos evaluar el grado de generalización de este proceso de resignificación de la política y la democracia y su influencia real en la evolución de la cultura política de nuestros territorios y comunidades.

Es así como en los últimos años podemos encontrar indicios de un cambio en la cultura política general del país, en el cual, la influencia de grupos distintos, muestran de manera evidente cierta renovación de la clase política y la diversificación del sistema de partidos. Corrobora lo anterior, la proyección de actores de diferentes movimientos, dirigentes políticos elegidos en cargos de representación popular y la incorporación de distintos núcleos poblacionales a los nuevos partidos y movimientos cuyo origen está en el inconformismo generalizado, que entienden como esa desazón desprendida de las nulas respuestas a las necesidades y demandas poblacionales.

Lo expuesto es teóricamente relevante porque nos invita a entender que en la experiencia de estas organizaciones la relación entre las dimensiones de lo político y la política no es lineal; sino que más bien los momentos son dinámicos y dependen de las condiciones contextuales. Por ello, personas que se alejan de las instituciones forman parte de organizaciones que participan en la política institucional y promueven asambleas como método de toma de decisiones.

Podríamos bien decir que algunos que han participado en estos menesteres se proponen reconquistar la política a partir de formas de relación que han sido construidas fuera de ella, mientras que otros se proponen politizar la vida cotidiana a partir una nueva visión del poder; de ahí que pregunta relevante para evaluar la proyección de este proceso es cómo van articular de manera coherente la redefinición permanente de lo social que caracteriza a sus organizaciones con las demandas institucionales que algunos han asumido a partir de la administración política de la sociedad.


*Saúl Alfonso Herrera Henríquez. Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. saulherrera.h@gmail.com

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