SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

En el contexto del fenómeno de la pobreza, importa comprender a cabalidad cómo las transformaciones de la cuestión social, se vincula a los derroteros que de los organismos internacionales se han ido construyendo para orientar la política social; de ahí que la entendamos como pobreza que entre nosotros partió de un diagnóstico de alcance nacional y se ancló en discursos, conceptualizaciones e instrumentos de medición elaborados por expertos internacionales a los que las ciencias sociales y la política locales otorgaron legitimidad. Con posterioridad a lo cual, el consenso en torno al fracaso de los programas contra la pobreza, junto a la preocupación central por articular democracia y crecimiento económico, llevó a una redefinición de los modos de inclusión social que centró su atención en el enfoque de derechos como nueva vía hacia la protección social, donde hizo su aparición como desigualdad.

La centralidad que apadrina la categoría de desigualdad se vincula al tiempo con dos procesos de alcance transnacional. Económicamente, con la preocupación de darle sostenibilidad a un proyecto global que articule crecimiento, combate a la pobreza y desigualdad. Políticamente, al objetivo de fomentar, impulsar y profundizar la democracia como valor universal para redefinir la inclusión social, para que la ciudadanía asociada al bienestar y como categoría integral para poner un límite a las desigualdades genere nuevas lógicas de mercado.

Dichos lineamientos generales se han desarrollado y tomando forma concreta en intervenciones vinculadas a la política social desde las definiciones de programas sociales hasta la delimitación de las instituciones instauradas para adelantarlos. De ahí que establecer planes de empleo tengan la finalidad, entre otras consideraciones, combatir la pobreza y dar a la política social fortaleza asistencial; lo que aunarse debe a programas de hogar, lo mismo que vincular las instancias de desarrollo social, trabajo, empleo y seguridad social para clasificar a las personas en aptas y no aptas para ser empleadas.

Hoy se reinscribe la protección social desde un enfoque de derechos y necesidad de equiparar las condiciones de los grupos que participan en el mercado de trabajo formal e informalmente, al tiempo de buscar recuperar que la preocupación por la desigualdad adopte en los territorios sus particularidades y se focalice en cotejar situaciones desiguales.

En un caso, por las distintas trayectorias laborales de generaciones que intermitente fueron en el mercado laboral producto de la estructuración de un mercado expulsivo que dejó de funcionar como articulador de la integración social; y en otro, por la segmentación de las situaciones laborales de hoy, soportadas en condiciones precarias que aumentan la vulnerabilidad de los lazos de inscripción en el mundo laboral de algunos grupos sociales.

Se combinan así conceptualizaciones internacionales con la historia de las relaciones sociopolíticas y económicas que imprimen a la preocupación por la desigualdad una dinámica de intervención concreta, lo que deja abierta la pregunta de cómo se está reformulando la cuestión social hoy, a partir de las voces que proponen revisar las bases que sustentan el orden social y buscan poner en juego otras definiciones deseables sobre éste. Pobreza es atraso y de ello tenemos que cuidarnos.


*Saúl Alfonso Herrera. Abogado. Especializado en Derecho Administrativo y Contractual. saulherrera.h@gmail.com

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