Por: José Manuel Herrera Brito

Difícil sobremanera referirse a un familiar, más cuando no cabe nada distinto a hablar bien y mejor de ella, y aun mayormente cuando se trata de la persona que lo trajo a uno al mundo y fue de contera un ser como a todos consta y nos ha sido reconocido y manifestado por personas muchas en privado y en público por distintas vías, a raíz de su fallecimiento reciente. Expresiones todas que nos han servido -no obstante saber y conocer de sus condiciones, calidades, valores y virtudes egregias- para dimensionar en su exacta extensión el valor de lo que fue en vida nuestra madre.

Como hijos nunca abandonamos sus enseñanzas, la valoramos siempre, aprendimos de su ser, hacer y quehacer cristiano, como igual personas quienes la conocieron en las distintas actividades de su vital trayectoria. Fue un ser humano inmenso, con valores muchos que se concretaron de manera excelsa en su perfil de madre y en el privilegio sublime de portadora de vida. Muchas además de sus universales contenidos, las destrezas que la soportaron, la socorrieron y la fortalecieron para ejercer a plenitud su loable función.

Comprensiva, ecuánime y equitativa. sus palabras nos calmaban, sus caricias nos sanaban, sus abrazos y besos nos reconfortaban. Nos conocía. La adornaba la capacidad inconmensurable de entendernos en los distintos factores que influían nuestros estados de ánimo y comportamiento. Nos percibía en la verdad de lo que nos acontecía.

Responsable cual que más. Veló siempre por nuestro bienestar y del hogar costara lo que costara, ese mismo que formar y construir supo en amor real con su esposo Saúl Alfonso Herrera Medina, a quien sobrevivió cuarenta años y en el que nacieron nueve hijos: quien esas líneas escribe con dolor de alma, Maritza Beatriz, Oscar Omar, Liborio Antonio, Marco Tulio, Hugo Alberto y los ya fallecidos Saúl Sebastián, Nelly Victoria y Marlene Mercedes, quienes junto con nuestro padre y demás otros familiares y amigos que la antecedieron en su periplo celestial, seguro la acogieron con beneplácito inmenso. Cumplió dentro de esa responsabilidad materna con victoria y entereza, sus deberes para hacernos seres humanos de bien.

Paciente ante las circunstancias y situaciones neurálgicas e inevitables que se encarga de presentar la vida misma y en el seno familiar, ante las incansables enseñanzas para hacernos íntegros y valerosos, lo que adelantó sin descanso.  Fue su amor único, particular, perpetuo, transparente, sin egoísmo que desafiaba hasta sus propias capacidades realizando acciones increíbles para protegernos o beneficiarnos. Entendió el amor a sus hijos como el inicio y final de los valores humanos que nutría el comienzo de las otras virtudes y el centro donde convergen donación, perdón y tolerancia. Madre linda, regalo del cielo, luz de luz, manantial de ternura, bálsamo de amor, reina de bondad y nobleza infinitas, descansa al lado de los tuyos como bien mereces en la paz del Señor, Dios nuestro, Todopoderoso y Eterno.  saramara7@gmail.com

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