Por: Lisbeth Paola Barraza Escorcia*
Importa hoy más que nunca reivindicar los derechos de la mujer, detonando para lo cual los más de los esfuerzos institucionales y sociales con amplios alcances en esa dirección. Generar todos una mayor visibilización de la desigualdad de género, presionar mejores respuestas gubernamentales y narrativas útiles para hacer inaceptables y penalmente perseguibles las diversas expresiones que le sean contrarias. Se requieren impactos positivos y mayores avances de las mujeres profesionales de la política a pesar de las resistencias de los hombres auto asumidos como de avanzada, pero íntimamente negados a reconocer la legitimidad del progreso político por ellas alcanzados, aunque falte aún mucho camino por recorrer, además que debe entenderse que el criterio de paridad no es un asunto de buena voluntad, sino un acto de justicia hacia las mujeres, lo que debe ser una imagen irrefutable sobre los avances en la deconstrucción del machismo y sus consecuencias.
Se trata de sumar en esto voces e iniciativas para erradicar las distintas formas de violencia contra las niñas mujeres, incluyendo la violencia digital, cuyas consecuencias son en su mayoría psicológicas, emocionales y sociales; desde cuadros de estrés y ansiedad, hasta el rompimiento de lazos sociales con el entorno. Por esta razón, promover un entorno digital seguro y confiable es una tarea que requiere de esfuerzos conjuntos no solo del sector público, sino también el sector privado y la sociedad civil., ya que el ciberacoso sucede de manera frecuente, siendo el primer paso para erradicarla, saber identificar las distintas formas de violencia a las que puede enfrentarse una persona en el ciberespacio, ya que muchas veces, el respaldo del anonimato y distancia física representan una ventaja para los agresores ante sus víctimas, debiéndose hacer conciencia sobre los tipos de ataques que existen es el primer paso para que más personas puedan identificar y denunciar estas agresiones.
Prevenir, identificar y establecer acciones son los primeros pasos, pero para cumplir este objetivo, aunque debe reconocerse que cada vez son más los avances legislativos en términos de violencia digital que permiten perseguir y castigar aquellas agresiones que vulneran la presencia de las niñas y las mujeres en el espacio digital. Como otras herramientas de opresión, transgredir la integridad de las mujeres en el ciberespacio tiene efectos negativos que perpetúan otras desigualdades de género en términos de acceso a Internet, educación en ciberseguridad y eventualmente, la integración de profesionales mujeres en sectores relacionados con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs), y que afortunadamente, cada vez son más las iniciativas público-privadas que tienen el objetivo de reducir e incluso eliminar este problema.
Un problema tan complejo como este debe enfrentarse desde distintos enfoques. Los programas enfocados en atender la seguridad de las niñas y mujeres en Internet no son nuevos, ni son pocos. Por esta razón, la labor que ahora corresponde a los organismos involucrados es unir esfuerzos para llegar cada vez a más personas y así promover la creación de una comunidad ciberconsciente y cibersegura, más allá del género. Toda esta problemática nos recuerda la urgencia por erradicar esta cruda expresión de la desigualdad de género. Si bien el llamado global ha logrado abrir canales, aún hay áreas de oportunidad para visibilizarlo. Una de las que más llama mi atención tiene que ver con el manejo de datos empíricos. Aunque contamos con importantes herramientas, debemos perfeccionarlas y ampliar su uso.
Las cifras no son números aislados. Representan vidas, experiencias y la necesidad imperante de tomar acciones. Por eso hay que ponerles atención. La Organización de las Naciones Unidas indica que una de cada tres mujeres ha experimentado violencia física o sexual en algún momento de su vida. Cada año 45 mil mujeres son asesinadas por sus parejas o familiares. Este último dato representa más de la mitad de los homicidios mundiales contra mujeres. Es decir, para muchas mujeres sus hogares y familias no representan puntos de resguardo y tranquilidad, sino focos de riesgos. El problema alcanza a todas las naciones del mundo, pero hay países donde la problemática se agudiza mucho más y las cifras revelan a la violencia contra las mujeres, como un problema sistémico, enraizado en las estructuras sociales. De ahí la importancia de contar con buenas herramientas de medición, importando en todo lo cual, comprometernos a erradicar la violencia política contra las mujeres, como también a producir información útil para comprender todas las dimensiones del problema, ya que la evidencia es fundamental para que las mujeres puedan ejercer sus derechos libres de miedo, violencia e inequidad.
*Lideresa Social Comunitaria. Conferencista. Tallerista