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Por: Anny Margarita Herrera Villa*

Debe el liderazgo femenino tener entre sus objetivos prioritarios la visibilidad, a efecto de no permanecer en la sombra como hasta hoy, ya que es más que claro que las mujeres están muy presentes dentro de las entidades de economía social y solidaria en el mundo, ya que son de hecho su principal fuerza laboral; de ahí que no sea coincidencia que el sector sea un destino profesional tan atractivo, pues los valores que representa van a la par con lo que suelen priorizar las mujeres cuando trabajan; ni tampoco es casualidad la forma que ha ido cobrando el sector hasta el día de hoy, puesto que la predominante presencia femenina lo ha ido esculpiendo poco a poco, año tras año, a su manera, como bien de viene afirmando en distintos círculos económicos nacional e internacionalmente.

Claro es también que el impacto de sus actividades es cada vez más notorio y ha alcanzado cambios positivos para la sociedad. Existe y ello es palpable, una gran cantidad de relevantes detalles relacionados con la presencia y actividad de la mujer en el ámbito laboral de las economías alternativas. Importante en esto, comenzar por señalar que la economía social y solidaria envuelve a las mujeres con condiciones laborales significativamente más igualitarias y un clima laboral mucho más considerado y respetuoso que el que hay dentro de la economía convencional. Y así no todo el trabajo esté hecho todavía y se sabe que existe cierto margen de mejora, lo que es gran noticia y motivo de orgullo para el sector.

Aspectos relevantes desde el punto de vista feminista, como son el uso del lenguaje inclusivo, la mejora de las condiciones para la conciliación de la vida familiar, laboral, la creación de espacios de atención emocional y cuidados, son medidas que aplican en un gran porcentaje de las entidades de la Red; pero no es sólo el hecho de lograr una mayor igualdad de género. Alcanzarla, podría traducirse en muchos beneficios, entre ellos el económico, permitiendo de paso aprovechar a tope el factor humano del que dispone; y, en tratándose de un colectivo repartido en todo el país que opera dentro de diversos ámbitos, compuesto por decenas de sectores y cientos de entidades, se podrían generar un sinfín de respuestas. Y si bien es cierto, que tenemos rasgos comunes y que tales características generales componen nuestro perfil, muy importante es hoy nuestra vinculación a la economía social y solidaria, a la que aportamos trabajadoras polifacéticas e inquietas que entrañan el compromiso por la mejora de la comunidad y el cuidado del medio ambiente, además de preocuparse por cuidarse entre ellas y su entorno.

Socioeconómica y culturalmente hablando, su perfil no resulta todavía demasiado heterogéneo, situación que implica algunas ciertas consecuencias para el sector. El hecho de que su nivel de estudios sea principalmente alto causa el carácter “intangible” de sus proyectos. Consecuencia de esta condición, entre otras, se crea la brecha sectorial y la discontinuidad de la cadena de producción presentes en la actualidad en la economía social y solidaria. Solucionar este desafío traerá significativos provechos para el sector, entre ellos, diversificar la oferta de sus productos y servicios, cerrar la cadena de producción internamente, incorporar nuevos perfiles de competencia, crear e innovar.

Las mujeres, demostrado está, son competentes en términos de habilidades y actitudes “blandas”, en el manejo de situaciones y relaciones, sobre todo en las que tienen que ver con el trabajo con, entre personas y en red; de ahí que robustecer dichas competencias interpersonales y emocionales es de suyo importante para potenciar y transformar el ecosistema laboral de la economía social y solidaria, y de contera seguir trabajándolas, lo que siempre debe estar presente en nuestra agenda. Igual acontece con las competencias “duras”, con los conocimientos técnicos, pero requiere un apunte, ya que no es duda que formar en ellas es primordial para seguir creciendo, pero solamente tiene cabida un enfoque que esté de acuerdo con los valores y su entorno, que entienda los fines que persigue y que se adapte a sus singulares necesidades. En cualquier caso, si de las competencias técnicas se trata y sobre todo en las áreas no vocacionales, no nos percibimos aún demasiado fuertes, pero hacia allá tenemos que ir.

De otra parte, y siendo la equidad uno de sus principales valores, el ecosistema de la economía social y solidaria debe esforzarse para que el reparto de oportunidades sea todavía más justo, una de sus ámbitos de mejora es fomentar la participación de las mujeres en las actividades relacionadas con la toma de decisiones estratégicas y presencia en cargos societarios o políticos, dos cuestiones que hoy en día no están solucionadas de la manera que deberían darse, siendo necesario en consecuencia fomentar la coexistencia más proporcionada y consonancia de diferentes estilos de liderazgo, visibilizando las cualidades del liderazgo femenino, fortaleciendo las competencias a través de la formación, implementando estrategias específicas y transformándose desde sus estructuras y de los aspectos empresariales. De ahí que importante sobremanera sea un liderazgo femenino que tenga entre sus objetivos hacerse visible para no seguir en la sombra como hasta hoy.

*Ingeniera Industrial. Columnista. Especializada en Proyectos de desarrollo. Columnista

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