MÉDICO HERNANDO RAFAEL PACIFIC GNECCO

Por: Hernando Pacific Gnecco*

Es deplorable que la “civilización” moderna desprecie la memoria histórica en buena parte del país. Demoler antiguos edificios de extraordinaria belleza para dar paso a la “modernidad” es una irreverencia a nuestros ancestros. Vaya si es importante mantener vivo el pasado; las historias personales y colectivas son la guía hacia un futuro coherente. Imagine usted que en Roma decidieran demoler el Coloseo para darle paso a la “civilización”: impensable. O que cerraran el Museo del Oro en Bogotá porque no es rentable; qué sería el mundo sin bibliotecas, auditorios musicales, sin el jazz o Vivaldi, sin el conocimiento ancestral de las comunidades afro o nativas, sin los fogones tradicionales o las plantas medicinales.

Cuando una sociedad antepone el dinero a su propia historia desprecia todo lo pasado. Las grandes cajas de cemento y rechinantes vidrios tinturados pueden ser funcionales, pero la belleza arquitectónica y las tradiciones sobrepasan de largo a esas estructuras, muchas de ellas verdaderos esperpentos. Ni qué decir de la destrucción de edificios de alto valor histórico; poderosos caballero es Don Dinero, decía don Francisco de Quevedo. El proyecto Metro de Bogotá más adecuado y razonable era (y sigue siendo) el subterráneo; determinados intereses volcaron los recursos hacia un metro elevado depredador, sin sentido urbanístico, lleno de errores, apoyado en la presencia de buses articulados por las grandes vías de la capital. Lo más doloroso: incluía la demolición del histórico Hospital San Juan de Dios para construir una estación del metro elevado. Solo a los depredadores urbanos les cruza por la cabeza una idea tan destructiva.

Los creadores del esperpento urbano se olvidaron de la ley 163 de 1959 que propende por la defensa y conservación del patrimonio histórico nacional. La ley 397 de 1997 dio paso al Ministerio de Cultura, uno de cuyos objetivos es, precisamente, la protección de nuestra historia y cultura. Los interesados defensores del metro elevado olvidaron la calidad de monumento histórico del antiguo hospital, que no puede ser objeto sino únicamente de preservación. Abrió sus puertas en 1564, poco después de ser fundada la ciudad que se convertiría en la capital colombiana. En 1723 se terminó el actual edificio de arquitectura francesa que se convertiría en una de las primeras y mas importantes facultades de Medicina del país; grandes figuras de la ciencia médica recorrieron sus pasillos, desde sus tiempos de bisoños estudiantes hasta convertirse en importantes figuras de la medicina colombiana. Laboratorio de grandes desarrollos, matriz de egregios profesionales y referente internacional de las artes y ciencias médicas, sus paredes y mobiliario cuentan historias imborrables.

Y sucedió lo inesperado: el interventor de la Subred Centro Oriente de Bogotá dio por terminado unilateralmente el contrato que tiene por objeto demoler parte del complejo hospitalario para construir una estación del metro elevado. La polémica surge candente: dicen los defensores del adefesio urbanístico que no se tocará la estructura antigua. Sin embargo, el edificio erigido en los tiempos de María Castaña carece actualmente del necesario reforzamiento estructural que obliga la ley 400 de 1997 que, en buena parte, impide retomar la vocación sanitaria del viejo edificio; la vibración que produce el paso del tren elevado pone en riesgo al antiguo hospital. Se supone que se reforzará y protegerá trabajará la histórica edificación. No lo sé, Rick…

En el mismo sentido avanza la implacable destrucción del patrimonio histórico de Santa Marta. Si bien muchas construcciones antiguas preservan su fachada original y se aprecian de buen cuido, la “modernidad” con sus modificaciones corroe como un cáncer la estética del Centro Histórico. Se queja permanentemente este diario, con toda razón, del visible desconocimiento de la norma y la osadía de algunos, y extraña la indiferencia de las autoridades competentes ante aberrantes reformas de fachada, añadidos espantosos o la simple demolición de casas tradicionales para permitir nuevas edificaciones sin el menor criterio histórico ni estético. Da tristeza que el patrimonio histórico de la ciudad se pierda a pasos agigantados. El salvaje oeste en acción.

*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario, Conferencista . Columnista

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