✍Por: José Manuel Herrera Villa*
El sentido común es el menos común de los sentidos, se suele decir, lo que es cada vez más cierto; pero igualmente lo es, dado su inadecuado recurrir, lo dicho por Eugene O’Neill, cuando refirió que «creer en el sentido común es la primera falta de sentido común». Traigo a colación dichas sentencias, por cuanto igualmente he escuchado que el solo sentido común basta para dirigir los destinos de una colectividad, por lo que me permito con respeto y sin despreciar en absoluto la necesidad de las personas, y más de un político, de gozar de sentido común, pero no me parece bajo punto de vista alguno que sea únicamente lo cual, argumento ni cualidad suficiente para optar a una misión de tan importante envergadura.
Entiendo y como yo muchos, que es la política es la ciencia que que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados, así como la actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad o a un país. También, el conjunto de actuaciones encaminadas a mejorar los indicadores socioeconómicos comparativos de nuestra comunidad o país para así propiciar una mejora de la renta y de la calidad de vida de sus ciudadanos. El sentido común puede ayudar en esa labor, pero no es ni de lejos la cualidad principal de la que ha de disponer alguien que pretenda cumplir con esos objetivos esenciales.
Un político debe estar contenido de una sólida estructuración; toda vez que siempre tendrá que enfrentarse al permanente desafío de demostrar que lo puede hacer mejor que los demás. Y eso no se consigue solo sobre la base del sentido común, por mucho ayude en algunos momentos a trasladar una imagen de bonanza, cierta serenidad, sensación de control y a generar empatía. Cuestiones en las que he de reconocer que muchos políticos se desenvuelven de maravilla. Pero, insisto, y en ello soy terco, ese no es el objetivo esencial de la función política, en el entendido el poder no es para tener sino para hacer.
Hacer por ejemplo una sociedad más justa, más equitativa, más igualitaria, en la que todos tengamos las mismas oportunidades. No vayamos a caer en los mismos errores de siempre y a propiciar beneficios contractuales para las cofradías, pagar favores con cargos de confianza y demás otros abusos, lo que resulta inconcebible que en una sociedad como la actual algo así pueda seguir ocurriendo.
✍José Manuel Herrera Villa. Profesional en Administración y Finanzas. Especializado en Auditoría Integral. Formulación y Evaluación de Proyectos de Desarrollo. jomahevi@gmail.com