Por: José Manuel Herrera Brito*
Partió al infinito ignoto, a encontrarse con su dulce amada, Doña Olguita, nuestro querido Maestro Miguel Enrique Barrios Lozano, de quien jamás olvidaremos sus enseñanzas como profesor y como persona, los buenos consejos que me dio y prodigó a todos quienes sus alumnos fuimos; razones entre muchas otras, para echarlo de menos, jamás olvidarlo y estar con él agradecido siempre.
Me invade y sé que nos invade a todos quienes tuvimos la inmensa oportunidad de recibir sus enseñanzas un gran dolor. Triste es sin duda despedir a un grande, como solidario personaje y excelente Maestro, padre, compañero y amigo, a quien vamos a recordar siempre por su hacer en la cátedra, por su manera de enseñar y por el inmenso aprecio que sintió por todos.
La noticia de su fallecimiento, aún a sabiendas que eternos no somos en este plano terrenal, conmueve las fibras más íntimas. Compartidos fueron grandes momentos a su lado, que dejaron grabados en nuestros corazones grandes instrucciones y enaltecedores recuerdos que forman parte de nosotros y que nos acompañarán siempre. Sin duda uno de los mejores Maestros que he y hayamos tenido; más por cuanto a través de vuestras lecciones enfrenté y sé que enfrentamos mejor la vida con valor y esperanza.
Su sapiencia siempre clara era trasmitida con dedicación, sin egoísmo, de manera paciente y decente, como él lo era. La tristeza es profunda y sentiremos su ausencia, quedando agradecerle por todos sus esfuerzos. Si bien ya no lo volveremos a ver, lo que duele en el alma, consuela saber y sentir profunda gratitud por todo lo que por nosotros hizo, lo que hace que pidamos al Creador por su eterno descanso a su diestra.
Gracias también por haberse dedicado a tan noble profesión y por haber influenciado nuestras vidas para bien. Verdaderamente sentía amor por su profesión, que ejerció en la certeza que era lo suyo un apostolado a cumplir como en efecto lo hizo. Sea este pequeño pero sentido homenaje en mi nombre, el de los míos y de quienes abrevamos en el conocimiento de quien fuere en vida, un ser de excelencia que supo llegar a sus estudiantes, que comprendió que cada uno de nosotros éramos diferentes y que teníamos distintos talentos, lo que supo apreciar sabiamente.
Que estas palabras lleguen a los corazones de todos los que nos sentimos muy agradecidos por haber contado con vuestra presencia y nuestra(s) condolencia(s) y solidaridad(es) extensivas sean a toda su descendencia y familia entera. A Miguel Ignacio, en especial, compañero, amigo, hermano del alma y de la vida. saramara7@gmail.com