Por Enrique Herrera Araujo.
Los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial -PDET- son un instrumento de planificación e implementación que en su formulación participaron más de 200 mil personas que incorporaron, enhorabuena, visiones territoriales y en este sentido se trató, como nunca antes, de una planificación que parte de la base, es decir, de las veredas rurales hasta la pirámide, o sea, va de la ruralidad abandonada a Bogotá y no al contrario. Y eso fue un cambio de enfoque radical.
Además incorporó, a la política pública, valores que estaban extraviados en Colombia como inclusión, equidad, transparencia y le apostó al cierre de brechas entre lo urbano y lo rural. Visibilizó, por su parte, zonas apartadas del país, sus dificultades institucionales y a su gente.
Los PDET son un instrumento para el desarrollo rural pero es de largo aliento y busca cubrir una deuda no sólo social sino también económica y productiva de allá, de la periferia, donde nació hace muchos años la violencia. Por eso, su apuesta debe ser persistente porque es un deber ético de los gobiernos incorporar a los excluidos a los beneficios y bienes públicos que proporciona el Estado Colombiano.
Los retos para su implementación no son fáciles y menos en estos tiempos pandémicos por los que está pasando el país, pero sí son alcanzables. Para ello necesita tener la capacidad de identificar los desafíos y estudiarlos con anticipación y buscar, mediante la construcción de un buen relato, rodear los PDET desde la política y desde los partidos, los medios de comunicación, la opinión pública y la institucionalidad; desde el sector privado, universitario, juvenil y comunidad internacional. Estamos en un período convulso y de mucha incertidumbre. El mundo anda igual y todo puede pasar.
En las zonas PDET viven 6 millones de personas en 170 municipios que cubren la tercera parte del territorio del país. El 90% de ellos son pobres y más de la mitad de las víctimas de Colombia provienen de esas zonas y en ellas se concentra más del 94% de los cultivos ilícitos del país y el 50% de los parques naturales. Además, el abordaje de intervención es integral y en este sentido comprende 8 pilares, desde el ordenamiento de la propiedad rural, infraestructura y riego, salud, educación, hasta vivienda, reactivación económica y reconciliación, convivencia y paz. Toda una proeza que ahora requiere otra igual: aunar esfuerzos para su implementación.
Los PDET fueron una buena idea. Tener ideas no es complicado, lo importante es saber ponerlas en práctica. Ahora el reto es trazar con las 16 hojas de ruta el camino de su implementación, analizar el contexto, los riesgos y superarlos y claro, continuar el diálogo bidireccional, región-nación. Falta mucho camino que recorrer pero lo importante es que es el camino políticamente correcto para transitar.