lisbeth barraza escorcia

Por: Lisbeth Paola Barraza Escorcia*

Los odios deben morir y dejar de ser esa corriente soterrada que ha circulado a lo largo y ancho de la historia de la humanidad, llevando siempre consigo los mismos modelos que por siglos han sido, tales como los inconmensurables absurdos racistas, xenofóbicos, anticristianos, antisemitas, islamofóbicos y demás, que salidos de madre genera erupciones más que violentas, catastróficas producto de odios recónditos durante siglos que desembocan en ímpetus extremos traducidos en terrorismo, asedios, bombardeos sobre civiles, limpiezas étnicas y demás otros salvajes procederes que nos vuelven cada día y cada vez, más crueles e inhumanos, con la empatía perdida como si se disfrutara al hacer daño y sin el más mínimo respeto por el adversario ideológico, resultado de la crisis política de civilización que viviendo estamos en esta época de convulsión y estremecimiento permanente, donde se fomenta la política de trinchera y nos colocamos en abismos insondables que imposibilita entendernos.

Abiertas de par en se encuentran todas las compuertas que contenían escondidos esos odios y ahora andan irremediablemente sueltos y al garete, que empiezan a germinar con una pequeña semilla que crece sin medida al estar regadas con pobreza, injusticias y fanatismos. Odios generan violencia, dan lugar a la venganza que los potencian y crean profundos desánimos en la gente sensata; de ahí que espante la crueldad de unos y otros, en estos interminables conflictos en los que sin duda alguna todos y cada uno de los mismos tienen a sus espaldas penas graves que purgar y en los que la conmiseración por el sufrimiento humano y la misericordia parecieran no solo desaparecer sino no existir.

Estamos viviendo in escenario de odio como discurso político, odios puesto hoy sobre el tapete desbordado con fuerza avasalladora, viralizado a velocidades astronómicas nunca antes visto, y nosotros ante lo cual insistimos en engañarnos al considerar torpemente que sus estallidos son apenas fenómenos locales desatendiendo la verdad verdadera que viviendo estamos en un mundo globalizado, donde lo más mínimo nos afecta a todos para bien o para mal. Pareciera lo que viviendo estamos algo de orden estructural y, hasta cierto punto, específico de esta época, por su escala y la celeridad con la que se riega. Son tiempos de ira extrema, de rabia animal, con muchas guerras abiertas y otras en germen, donde las víctimas civiles no dejan o dejarán de aumentar con saldo de más de cientos de millones de desplazados forzosos.

No olvidemos que el odio, como bien sostienen estudiosos y tratadistas de la temática, siempre es impreciso, dudoso, indefinido, puesto que con exactitud no se puede odiar bien, debido a que la precisión trae consigo la sutileza, la mirada o la escucha atenta, la diferenciación que reconoce a cada persona como un ser humano con todas sus características e inclinaciones diversas y contradictorias. Tampoco es individual ni fortuito, ni se manifiesta de repente y por descuido. Siempre es colectivo e ideológico y requiere unos moldes prefabricados en los que poder verterse.

Impone todo lo cual recurrir al antídoto del humanismo, lo que significa ni más ni menos que poner la dignidad de la persona por encima de cualquier ideología, toda vez que cuando la idea reemplaza a la persona, rodo lo extremo se abre paso, por eso el odio considera que destruir esa dignidad es de valientes y apelar a la paz es de cobardes, lo que no deja ni dejará nunca de ser craso error.

Y si bien cada época tiene sus síntomas y locuras, estas que padecemos son señales del estado de una cultura, de su sistema moral, y una verdadera advertencia, razones de peso para trabajar con denuedo, con prisa y sin pausa para restituir valores, cooperación, ayuda, apoyo, solidaridad y el ejercicio de la buena política para el bien común, uno de sus más importantes fines.

¿Cómo le pareció el artículo?
+1
1
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

Por editor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *