Por: David Gonzalo Duarte González*
El bienestar de las personas, donde desde luego la salud ha de estar incluida, debe tener por objeto cierto brindar a las personas atención médica y hospitalaria bajo criterios de universalidad e igualdad, en condiciones que les permitan el acceso efectivo, oportuno, de calidad y sin discriminación alguna. Pues debe el sufrimiento humano dejar de obedecer a ese conjunto específico de causas principales como pobreza, hambre, deficientes servicios de agua y saneamiento básico, algunas enfermedades infecciosas y la falta de atención esencial durante el embarazo, el parto y la infancia. La atención médica bien dispensada debe allanar el camino para reducir la pobreza para así hacer frente a las enfermedades desatendidas.
Tenemos como humanos la obligación de modelar un mundo distinto, en el que se contemple lo mejor de la naturaleza humana. Un mundo sin terrorismo, tiroteos indiscriminados sin sentido, bombas en sitios públicos, de oración, otros inapreciables lugares y los aparentemente interminables conflictos armados que han agravado la convivencia de las personas. Hoy nuevas amenazas cobran relevancia. Al igual que otros problemas que ensombrecen las perspectivas de un futuro sostenible para la humanidad, esas amenazas a la salud son mucho mayores y más complejas. En todo el mundo, la salud se va modelando en función de las mismas fuerzas poderosas, entre ellas el envejecimiento de la población, la rápida urbanización y la comercialización globalizada de productos malsanos. Bajo la presión de esas fuerzas, las enfermedades no transmisibles han superado a las enfermedades infecciosas como principales causas de defunción en todo el mundo. Este cambio en la carga de morbilidad tiene profundas implicaciones. De hecho, pone en entredicho la propia forma de definir el progreso social y económico.
Las mejoras de las condiciones de higiene y de vida deben estar seguidas por amplios avances en el estado de salud y esperanza de vida. Progresos que ayuden a controlar enfermedades infecciosas y a derrotar las principales causas de defunción de las sociedades actuales. Es derrotar a las enfermedades en la medida que mejoren las condiciones de vida, que el progreso socioeconómico cree situaciones no favorezcan el aumento de enfermedades. Crecimiento económico, modernización y urbanización no deben ser la entrada para la propagación de modos de vida malsanos y debemos prepararnos para hacer frente a las enfermedades.
La salud debe tener un lugar en las deliberaciones sobre las consecuencias del cambio climático y nadie que trabaje en la salud pública debería subestimar los retos que se avecinan. Las nuevas amenazas para la salud no corresponden precisamente al modelo biomédico que ha orientado históricamente las respuestas de salud pública. Sus causas profundas residen fuera del ámbito tradicional de la salud pública. El sector sanitario por sí solo no puede proteger a los niños contra la comercialización de alimentos y bebidas malsanos, ni persuadir a los países para que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero, ni conseguir que los productores de alimentos industrializados reduzcan el uso masivo de antibióticos. Las nuevas amenazas para la salud residen también fuera del ámbito tradicional de las naciones soberanas acostumbradas a tener el gobierno de lo que ocurre en sus territorios. La comercialización globalizada de productos malsanos no respeta fronteras. Por definición, el cambio climático afecta a todo el planeta.
Se afrontan más retos. Los pobres del mundo viven en países de ingresos medianos. Si la economía funciona bien, interesa invertir en una atención sanitaria equitativa, el mundo no necesita más países ricos llenos de pobres. Estamos fuertemente interconectado, y eso también tiene consecuencias, por lo que debe hacerse especial hincapié en el fortalecimiento de los sistemas de salud como primera línea de defensa contra la amenaza de las enfermedades infecciosas. El objetivo consiste en desarrollar sistemas de salud con capacidad de recuperación y sostenibles, que ofrezcan atención integral de calidad y se orienten progresivamente al logro de la cobertura sanitaria universal. Las iniciativas sanitarias deben permitir obtener resultados extraordinarios y aupar que surjan iniciativas para que se establezcan propios sistemas paralelos de adquisición, suministro, gestión financiera y presentación de informes. Todas las metas sanitarias requieren un sistema de salud eficiente e integrador para alcanzar resultados sostenibles, priorizar vías favorables a los pobres con el fin de lograr la cobertura sanitaria universal como pilar esencial del desarrollo sostenible. Una cobertura sanitaria universal transforma los medios de subsistencia y las vidas, lo mismo que actúa como estrategia de reducción de la pobreza y crecen los beneficios económicos.
La prestación de servicios de salud gratuitos de calidad en el lugar de la atención contribuye a poner fin a la pobreza, impulsa el crecimiento y salva vidas. La cobertura sanitaria universal amortigua las conmociones en las comunidades en situaciones de crisis. En condiciones normales, la cobertura sanitaria universal crea sociedades cohesionadas y estables y apuntala la productividad económica y son activos valiosos para todos.
*David Gonzalo Duarte González. Profesional de la Salud. Especializado en Gerencia en Seguridad en Salud en el Trabajo. dago1286@hotmail.com