Por: David Gonzalo Duarte González*
La salud es una filosofía en la que, desde su punto de vista, la cultura de la salud incluye el conjunto de condiciones objetivas y subjetivas que intervienen en su desarrollo, pero sobre todo destaca la posición que asume el individuo sobre el sistema de influencias que existen en la sociedad, siendo claro que en esto de la salud como cultura deben analizarse a fondo y con detenimiento los manejos de distinta índole en la construcción del riesgo, y en los contenidos de los programas de promoción y prevención de la salud que se elaboran desde el discurso oficial.
Todos los grupos humanos, sostienen expertos analistas de la asignatura de estos importante como interesantes asuntos, desarrollan técnicas de carácter preventivo y curativo, normas sociales de control y construcciones símbólico-ideológicas, para enfrentar el proceso salud-enfermedad-muerte. Dichos saberes y técnicas médicas, incluyendo los desarrollos científicos de la medicina, constituyen una serie de prácticas culturales que forman parte de los mecanismos de control de la naturaleza y de las personas, para la reproducción del orden social imperante. Las prácticas culturales no son estáticas, equilibradas, ni coherentes, pues, como elaboraciones simbólicas y materiales de las condiciones de producción y reproducción del mundo de la vida, incorporan las contradicciones y los antagonismos de las relaciones de poder. De tal manera que puede afirmarse que las prácticas culturales conforman sistemas de referencia para estructurar la interacción social de las personas en su cotidianidad, según las particularidades de su participación en la división social del trabajo.
Igual se afirma, que la expansión del proyecto de acumulación generó, desde sus inicios, transformaciones en los procesos de trabajo que resultaron en la construcción de mundos cotidianos desiguales, articulados conflictiva y contradictoriamente en las estructuras sociales dominantes. Productividad, control de calidad, competitividad, racionalidad del mercado, son fuerzas que han orientado los programas organizativos de las empresas, intensificando sistemáticamente los procesos de explotación, alienación y desgaste que sufre la fuerza laboral. El cambio del tiempo natural al reloj y de ahí a la computadora han modificado los ritmos laborales, alterando las condiciones de reproducción de la persona trabajadora y su entorno familiar.
EI desarrollo de la industrialización no solo genera patrones de desgaste en los procesos específicos de trabajo, sino que, al apropiarse del tiempo libre de las familias, y mantener controladas las demandas de incrementos salariales con la amenaza creciente del desempleo, también intensifica, peligrosamente, el deterioro de las condiciones de reproducción de los diferentes sectores laborales. De contera, en el marco de las asimetrías sociales del mundo, la cotidianidad de los núcleos familiares está marcada por estilos de vida altamente riesgosos para la salud. Razones por la que muchos autores han señalado la existencia de una estrecha relación padecimientos crónicos / modos de vida que se asocian con las sociedades urbano-industriales, por la alteración que la tecnología ha impuesto en las pautas de interacción de la humanidad con la naturaleza.
No debemos olvidar que los diferentes conjuntos sociales construyen simbólicamente sus realidades a partir de sus realidades concretas, y de los componentes de un imaginario colectivo que se ha estructurado históricamente. La sabiduría popular se apropia de los componentes estructurales del discurso de la salud, y construye un discurso que oculta las dramáticas realidades de la subordinación y las pobrezas materiales de su vida cotidiana, como determinantes socio-históricos de las tasas crecientes en la epidemiología de las distintas enfermedades.
*David Gonzalo Duarte González. Profesional de la Salud. Especializado en Gerencia en Seguridad en Salud en el Trabajo. dago1286@hotmail.com