Por: José Manuel Herrera Brito *
Ser indiferente como persona deshumaniza. Es tan o más peligrosa que la ira, el odio y la injusticia. Funge como la peor de las pobrezas y forma grave de violencia silente. No es creativa ni comienzo, sino final y por ende amiga de la adversidad. Beneficia al agresor y nunca a su víctima, cuyo dolor se multiplica cuando se le olvida. Es pecado y castigo que impone no ser indiferentes a ninguna miseria, moral, económica o la que fuere. No podemos ser indiferentes a las estafas que sumen en la inopia a familias y sociedades enteras; a los abusos de confianza; a las acciones perpetradas con premeditación y alevosía; a los excesos de la banca; a los despidos masivos; a los captadores y ladrones; a las ignominiosas corrupción y perversión de los más elementales principios de ética humana y la moral.
Tampoco a la mentira, la desnutrición, el frio, las enfermedades, la marginación, la indigencia, los trabajos forzados, el hambre, la tortura, el abuso, el dolor, el aislamiento, el sufrimiento, el hacinamiento, la perpetración, el robo, la miseria. Todo ello mata, pauperiza y destruye con saña e impunidad; razón por la que ante lo cual, toca apoyar, denunciar, informar, promover, mostrar, educar, formar, intentar cambiar el sistema, transformar desde dentro y desde fuera, hacer luz en la sombra con lo poco o mucho que se sepa, tenga y pueda.
A diario vemos personas en condición de miseria, lo que a muchos impacta, sensibiliza y llama a la reflexión. Otros lo ven como algo natural, al punto que se convierte en algo indiferente, como si no ver transforme esa realidad de la que queramos o no, de una u otra forma, somos responsables y nos contentamos con responder desde el escepticismo, el desinterés, la impotencia, la comodidad, la indiferencia o la caridad.
Contribuye a no ver la realidad monda y lironda el escaso asistencialismo, las maximizadas pocas oportunidades laborales y el decir de algunos medios, que más allá de informarnos de la realidad, tergiversan la realidad y la presentan de forma tal que estigmatizan y criminalizan a las personas en condición de pobreza, pobrería y miseria, lo que impacta negativamente en la sociedad volviéndola insensible y alejándola de la verdad verdadera que vivimos, no dejarnos reaccionar ante tales sucesos, estar sumidos en nuestro individualismos y alejados de la realidad.
La indiferencia es violencia silenciosa contra los más vulnerable a la que parece habernos acostumbrados, dado el individualismo en el que vivimos y nos hace ajenos a realidades y terminamos aceptándola. La indiferencia ciega, debiendo ser objeto y sujeto de cambio, comprensión y organización. No hay mayor pobreza que la pobreza de espíritu que provoca la indiferencia, la más extendida y peligrosa de las pobrezas. Estado extraño y nada natural en el que no se distingue luz de oscuridad, amanecer de atardecer, crimen de castigo, crueldad de compasión, ni bien ni mal, como se afirma.
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