lisbeth barraza escorcia

Por: Lisbeth Paola Barraza Escorcia*

Siguiendo nuestro decir reseñado en anterior artículo, la propiedad mirada desde la familia es un todo de valores, dado que la relación de la casa con el esfuerzo no es un regalo, sino fruto del trabajo, de la constancia en lograr cobijo seguro para la familia, declaración y materialización de la aspiración protectora a cada uno de sus miembros que no deben quedar desamparados, sino con un techo donde cobijarse y resguardarse. Defender la propiedad no debe limitarse a la defensa de un aspecto aislado de la totalidad de esa persona, sino en su integralidad y afirmar su dignidad en un esfuerzo que otorga dignidad trabajando para adquirir lo que se necesita.

Alcanzar la propiedad debe ser un camino de formación positiva, un tránsito en el que a cada paso se asuman deudas y compromisos con todos aquellos con quienes se teje esa relación en la cual la propiedad se hace posible. La propiedad debe ser producto entonces de un esfuerzo donde contribuye los de adentro y los cercanos, ya que con la propiedad, lo que se hereda es el esfuerzo familiar. Detrás del reparto sin esfuerzo se esconden las garras del esclavismo, la pérdida de la noción clave de conectar esfuerzos con logros, la desaparición del individuo responsable oscurecido por la presencia del Estado totalitario y la pérdida de la felicidad de crear u obtener aquellos por lo cual hemos derramado sudor y lágrimas, razón por la que hay que extender estos valores que son fundantes de la vida familiar, donde la propiedad se constituye en un logro producto del esfuerzo, con la visión que se practica y acepta fuera del ámbito íntimo, que intenta imponer la idea de la propiedad como producto de una sustracción ejecutada por unos contra otros, visión que deslegitima la propiedad convirtiéndola en acicate del enfrentamiento en comunidades y pueblos.

Bien se afirma por connotados estudiosos de la temática, que el derecho a la propiedad en una posibilidad de articulación en el plano doméstico familiar que lo valora como resultado de un esfuerzo individual y familiar con el pensamiento político que rige para la sociedad. Es inalienable, no enajenable, al igual que la propiedad del emprendedor que concentra todos sus esfuerzos en producir y materializar ideas que produzcan nuevos bienes y más riquezas a la sociedad. La propiedad es una categoría definitoria de nuestra humanidad, significa que aceptamos vivir en paz, que los intercambios no se dilucidan con violencia sino a través del comercio basado en reglas de juegos mutuamente aceptadas. La existencia del derecho de propiedad ha permitido a la humanidad superar el salvajismo implícito en el deseo de obtener aquellas cosas propiedad de otros.

De ahí que cundo estudiamos analizamos o intentamos comprender cuál es el sentido de la propiedad en realidad nos referimos a nuestra vida, a la familia, a las cosas en cuya creación hemos participado y como colofón de todo ello, en nuestra libertad de ser y hacer lo que deseamos y aspiramos, puesto que el sistema de propiedad privada es la más importante garantía de libertad para quienes poseen propiedad, así como para quienes no la poseen, pero a que aspiran a ser propietarios.

Interesa para muchos efectos, que sea dable alcanzar para todos tanto más como mejores posibilidades de equidad, que no de igualdad forzada basada en la rapiña y confiscación apoyada por el Estado colectivista de los bienes de otros, lo que no es para nada imparcial y por ende tampoco elemento clave del desarrollo económico y reforzamiento del poder moral de la sociedad.

*Lideresa Social Comunitaria. Conferencista. Tallerista. Columnista

TEMA ENLAZADO: LA FAMILIA Y SU IMPORTANCIA (I)

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