Melanio ZUÑIGA HERNANDEZ

Por: MELANIO ZUÑIGA HERNANDEZ

Según estudios realizados por el Foro Económico Mundial, el actual sistema productivo ha rebasado los límites del planeta, tanto que hoy se necesitaría el equivalente a 1.7 planetas tierras para sanar las heridas dejadas por la contaminación ambiental y reponer los recursos naturales consumidos (Foro Económico Mundial, 2019).

La estructura de producción mundial actual, sustentada en un modelo económico lineal ha llegado a un punto de inflexión. Es en este contexto donde surge la economía circular como una alternativa para una economía sostenible; marcando enormes diferencias con la economía lineal que se basa y caracteriza por ser un sistema de extracción, producción, consumo y eliminación, es decir, “tomar – hacer/producir – desechar”.

De acuerdo con la Agencia de Evaluación Ambiental de los Países Bajos (PBL, 2015), la economía circular es un modelo de producción y consumo sustentado en principios como repensar, rediseñar y reducir los desperdicios de producción y consumo para reusar, reparar, renovar, reciclar y recuperar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor agregado.

El origen de la economía circular proviene del campo de estudio de la ecología industrial que surgió a principios de los años noventa (Ayres & Simonis, 1994) y que incluye pensamientos de la economía de servicios funcional o economía del rendimiento de Walter Stahel, el diseño “cradle to cradle” de William McDonough y Michael Braungart, la biomímesis articulada por Janine Benyus, el capitalismo natural de Amory y Hunter Lovins y Paul Hawken, y el enfoque de sistemas de economía azul descrito por Gunter Pauli.

La economía circular tomó fuerza cuando la Fundación Ellen MacArthur público en el 2012, documentos de apoyo a los gobiernos y empresas para promover la economía circular como un camino para integrar la sostenibilidad ambiental y social al desarrollo económico. El trabajo de referencia de la fundación estadounidense ha impulsado a un grupo de países, empresas e investigadores a adoptar la economía circular para focalizar acciones concretas de avance hacia el desarrollo sostenible, y es utilizad por primera vez en la literatura occidental en 1980 (Pearce y Turner 1990) para describir un sistema cerrado de las interacciones entre economía y medio ambiente, constituyéndose en parte del estudio de retroalimentación de sistemas no lineales, es decir, sistemas vivos.

El primer país en el mundo en adoptar una ley de economía circular fue Japón en 2000 a través de la ley de promoción de la utilización efectiva de los recursos. Luego China enfatiza en una estrategia de parques eco-industriales, en la minería urbana y el procesamiento de residuos domésticos en hornos cementeros en su ley de 2009 de promoción de la economía circular. En América Latina, Colombia es el primer país que adopta una estrategia de economía circular.

Este nuevo modelo de producción y consumo busca reducir la extracción de recursos naturales, promoviendo el desarrollo sostenible a fin de garantizar un crecimiento sostenible en el tiempo, a partir de la intervención directa en el intercambio del ciclo típico de fabricación, uso y disposición a favor de la mayor reutilización y reciclaje posible, la estimulación del crecimiento económico y la creación de más puestos de trabajo en las áreas de producción de energía a partir de fuentes renovables, eficiencia energética, gestión de residuos, calidad del aire, restauración y preservación de la biodiversidad, adaptación al cambio climático y desarrollo de la infraestructura verde, siempre con el objetivo de preservar el medio ambiente.

La economía circular se contrapone a la economía lineal que promueve el consumo masivo e irracional de materia prima hasta agotar recursos, provocando la reducción y contaminación de bosques nativos, de especies en extinción y de polinizadores como las abejas y, la acumulación de desechos que no son reciclados y que se alojan en rellenos sanitarios causando grandes problemas como enfermedades por polución del aire y contaminación de napas de agua; pues se trata de procesos productivos que consumen gran cantidad de energía y agua y emiten gases tóxicos a la atmósfera. 

En Colombia las primeras iniciativas directamente relacionadas con la economía circular surgen en el año 1997 con la Política de gestión integral de residuos y la Política de producción más limpia, en el año 2000 con la expedición de la Política de parques industriales ecoeficientes por parte de la Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá.

Posteriormente en el año 2007 el desarrollo de la normativa sobre la responsabilidad extendida del productor en materia de la gestión de los residuos peligrosos, en el 2010 la normativa en materia de residuos de pilas, acumuladores, computadores, periféricos y bombillas fluorescentes y, la Política de producción y consumo sostenible, la Política para la gestión integral de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos – RAEE, que contribuyen a la conceptualización de la economía circular.

No obstante, es con el CONPES 3874 de 2016 que se definide una política nacional para la gestión integral de residuos sólidos, y se introduce el concepto de manera oficial en el país para avanzar en el cierre de ciclos. En esta estrategia se reconocen estas iniciativas, se construye sobre ellas y las potencializa al integrar una agenda de trabajo entre los Ministerios de Comercio, Industria y Turismo, de Ambiente y Desarrollo Sostenible, de Vivienda, Ciudad y Territorio, de Agricultura y Desarrollo Rural, de Transporte, de Educación y de Minas y Energía, asi como el DNP y el DANE, entre otros.

A nivel del sector privado la economía circular no es un tema nuevo en Colombia, pues muchos negocios y grandes empresas vienen implementando modelo de desarrollo económico, ambiental y sostenible que pone en el centro de atencion, la preservación del medio ambiente mediante una mayor productividad de los recursos y mejor aprovechamiento de los residuos generados; convirtiéndose en oportunidad para otras personas y la creación de nuevas empresas.

Hoy el país viene avanzando en la formulación e implementación de políticas publicas orientadas a la promoción de la economía circular en todo el territorio nacional, integrando mesas regionales de economía circular a partir de la priorización de iniciativas como agua residual, elaboración de productos a partir de obras de construcción, residuos orgánicos convertidos en fertilizantes, ecodiseño de productos como embases y empaques, reducción de los espesores de material en envases y el reemplazo de productos individuales por sistemas colectivos.

En esa dirección, el gobierno nacional se fijó como meta para sus cuatro años algunos escenarios como la plantación de 180 millones de árboles, la protección del 30% del territorio nacional, la suscripción del pacto de Leticia por la conservación de la Amazonia con países como Brasil, Bolivia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam, el aprovechamiento sostenible del bosque, y la promoción de la Ley de delitos ambientales aprobada por el Congreso.

A pesar de lo anterior, se hace necesario y requiere avanzar más rápido en la formulación de planes y programas puntuales como el pago por servicios ambientales, contratos de conservación natural derechos de uso y pago por conservar, y negocios verdes del sello de respeto por la naturaleza, que permitan la inclusión de sectores como las mujeres, los jóvenes y grupos de poblaciones especiales como los afrocolombianos e indígenas que habitan en regiones y territorios integrados en consejos comunitarios y cabildos indígenas.  

Lamentablemente entidades públicas como las corporaciones autónomas regionales, que son las llamadas a coordinar la implementación de las políticas públicas determinadas por el Ministerio de Ambiente y programas ambientales como estos, orientan más sus actividades a responder a los compromisos políticos determinados en cada región, que a buscar despertar conciencia sobre todos aquellos aspectos relacionados con la preservación del medio ambiente y biodiversidad.

Conviene señalar finalmente, que organismos multilaterales como la ONU sostienen que la economía circular podría reducir hasta un 99% los desechos de algunos sectores industriales y un 99% de sus emisiones de gases de efecto invernadero, por tanto, debe convertirse en un propósito de interés general, proteger, conservar y restaurar el medio ambiente, como forma de garantizar a las nuevas generaciones un futuro mejor y un planeta más sano.

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