Por: Ec. Esp. Omar Escobar*
En algunas democracias europeas, sustentadas en enfoques academicistas, el Estado- Nación, es un instrumento de avance en el desarrollo social y económico, es más, prestigiosas universidades como el MIT, Harward, han producido tecnócratas cuyo propósito es compatibilizar economía y política, para alcanzar determinados objetivos, a través de lo que Oakeshot (Citado por López, 2016, p. 69), llama las telocracias, enfocadas al cumplimiento de objetivos bajo el marco de la planificación o la nomocracia, en donde los gobiernos orientados por normas y reglas, han alcanzado logros en derechos humanos, plasmados en el Estado Social de Derecho, lo cual ha contribuido en el diseño de la arquitectura del Estado-Nación, que es la más completa estructura que ha producido la humanidad en su historia.
Desde una visión geopolítica, la partidocracia, la plutocracia o la democracia monárquica, son hijas de la democracia, y han permitido que las dinastías o élites dirigentes, se amarren al poder de tal manera que garantizan la continuidad, permanencia y alternancia de poderosas familias que por tradición ejercen dominio económico y político dentro de un país. Nuevamente la superestructura social, bajo la democracia liberal, es un instrumento, mediante el cual, las familias o grupos se encubren en partidos políticos y logran mantener el poder y controlar la entrada de otros grupos de competencia política, al igual que en una economía de mercados imperfectos. Por otra parte, las élites del poder económico-político, enquistadas en el Estado-Nación, haciendo uso de los aparatos represivos del estado, (fuerzas armadas), en combinación con las políticas colonialistas aplicadas a Estados débiles, libraron feroces batallas y guerras en diferentes partes del mundo a fin de conquistar territorios, materias primas y fuentes de energía; la primera y segunda guerra mundial, terminó con la usurpación y repartición de territorios, creándose conglomerados económicos; el mundo occidental, la antigua URSS y el Pacífico, lográndose observar cómo ciertos Estados, traspasaron fronteras, a través de los acuerdos comerciales, tecnológicos y militares, entre países autodenominados “democráticos”.
En el siglo pasado, a inicios de la década del 70, confluyeron empresarios, diplomáticos e intelectuales, en lo que se denominó la “Comisión Trilateral” y representaba a tres grandes bloques económicos: Estados Unidos, Japón por parte de Asia y República Federal Alemana por Europa, curiosamente, David Rockefeller, fue uno de sus voceros iniciales, quien además fue miembro del Club Bilderberg, donde inicialmente, él, propuso la idea. Esta comisión, tenía como objetivo, aplicar el bilateralismo entre un conglomerado de países, como mecanismo de expansión de los mercados, pero para ello, se sustentaban en la cooperación entre Naciones-Estado con régimen democrático. El teórico Tamames (1985) de la Comisión Trilateral, Zbigniew Brzezinski, proponía “(…) una mayor cohesión del mundo occidental con base en las grandes corporaciones transnacionales para mantener el poder del capitalismo”. Aquí se puede observar la génesis, no solo del modelo aperturista de las economías, sino del aperturismo en la democracia liberal de Sartori, que terminó repartiéndose el mundo entre las empresas multinacionales, en nombre de la democracia y bajo la amenaza de la guerra fría. He aquí, un Nuevo Orden Económico Mundial, sustentado en la democracia. Ese nuevo orden mundial, nacería al inicio de los años 40, con la creación de la ONU, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, la Comisión Trilateral, entre otros, y en 1941, Roosevelt, junto a Churchill, suscribieron la famosa Carta del Atlántico, dirigida a la salvaguarda de las Democracias y tendente al establecimiento de un sistema de seguridad amplio y permanente. Para robustecer este aporte, cabe traer a Henry Kissinger, como gran conocedor de la política internacional, sostiene que un sistema global choca con los intereses nacionales de los países y por ello propone, las “Órdenes Regionales, circunscriptas a un área geográfica determinada.”. (Kissinger, 2014, p.208), sin embargo, considera que esta meta no es imposible de lograr…Y nada es imposible para EEUU, cuando en nombre de su democracia, utiliza las guerras no convencionales; financieras, químicas y tecnológicas, surgidas a inicios de los 80 y sugeridas por sus asesores de turno: (Gardner, 2014, p.13):
Probablemente haríamos mejor en construir nuestra casa del orden mundial de abajo arriba que de arriba abajo. La demolición de la soberanía nacional, desmontándola pieza a pieza, es más probable que nos permita obtener un orden mundial más rápidamente que el asalto al viejo estilo. (Citado por Epperson, 2014)
Si Kissinger, aún conserva la esperanza del orden mundial, su teoría de las Ordenes Regionales, es un hecho, y lo corrobora Saskia Sassen, (2006), quien afirma:
(…) hay una marcada división Norte-Sur, sustentada en las diferencias radicales de guerra y hambre. Pero estas diferencias, que en alguna forma pertenecen a una vieja historia, están convirtiéndose en parte de la nueva historia, en la cual, hay realidades que mantienen viva la división y la diferencia desde hace siglos.
Los países-elites, ha venido construyendo un modelo económico transnacional o globalizado con apoyo de gobiernos democráticos que permitan a través del Estado-Nación, mantener el dominio de las empresas multinacionales sobre los principales centros de consumo y las reservas energéticas del mundo. De tal manera que han dividido al mundo en zonas geoeconómicas, así las élites de China y Brasil, Manila y Filipinas, se conectan con las élites de Nueva York y Paris. Pero también existen países con pobreza, hijas de la vieja división. Nos hemos convertido en un planeta de zonas urbanas de glamur y de barrios pobres. Pero, en dónde se concentran las élites de poder?…en diferentes lugares, no es cuestión de amistad o de sociedades. Es cómo ellos están posicionados dentro de los sistemas de poder, los mercados laborales, las culturas de ocio, los espacios de lujo. Ellos comparten estos posicionamientos, a pesar de que no se conozcan entre sí. Este es un nuevo tipo de élite, que ni siquiera representa a las antiguas élites, que han surgido de las nuevas divisiones del trabajo como la informática, por ejemplo. Esta élite se sube al ring para disputarse el Estado con los hijos de la tradicional burguesía, en el marco de la democracia, para luego formar círculos de poder. No cabe duda, que El Estado, ha servido para intereses mezquinos de ciertas naciones poderosas; para el caso occidental, EEUU, ha liderado una batalla sin cuartel para proteger sus reservas de materias primas en el continente latinoamericano como del medio oriente. Ha utilizado como bandera “la defensa de la libertad” para camuflar la violación de la soberanía, la intervención en asuntos internos, y el robo de los recursos energéticos. De tal manera, que ha violado los principios claves para el desarrollo de las dinámicas internacionales, surgidas como premisas en la “Paz de Westfalia” que, a su vez, son el modelo propuesto por Kissinger, para institucionalizar un orden mundial. En Latinoamérica, todos los países, bajo el marco del bilateralismo, han sido proveedores de materias primas agropecuarias, minerales y petróleo, con ventajas para los exportadores latinoamericanos. Para el caso del medio Oriente, en donde Kuwait, Irak y Libia, entre otros, se caracterizaban por tener una debilidad en la estructura del Estado-Nación, la estrategia para usurpar los recursos energéticos, fue la vía militar, derrocando los gobiernos de esos países, de igual manera paso con Salvador Allende e intento fallido con Castro en Cuba.
En los últimos 10 años, los casos de Bolivia, Ecuador, Brasil, Colombia y Venezuela, en donde, las élites de poder, perdieron liderazgo, siendo aprovechado por otros sectores de la sociedad, contrarios a la burguesía tradicional y por vía democrática llegaron al poder. Los nuevos gobernantes, se enfocaron a la des-proletización de la clase media, la inversión social en favor de dichas clases, sólo que, les será imposible cambiar una estructura económica basada en la corrupción, pues no solo se trata de seguir modelos proteccionistas o aperturistas, con rigidez estatal o flexibles institucionalmente, más bien, consisten en desbaratar un modelo de corrupción antiquísimo que trasciende fronteras geográficas, políticas e institucionales.
Sartori, Giovanni. (2007). Qué es la Democracia. Cap.VIII: La democracia antigua y la democracia moderna. Recuperado de: http://fadeweb.uncoma.edu.ar/viejo/carreras/materiasenelweb/abogacia/derecho_politico_ II/biblio/unidad3/Que-es-la-democracia.pdf
Tamames, Ramón. Introducción a la Economía Internacional. (1985). Madrid España. Ed. Orbis.
*OMAR ALIRIO ESCOBAR. Economista con Maestría en dirección y gestión de centros educativos y Especialista en Gestión de proyectos. Docente universitario, ensayista e investigador en varias universidades del país.