Por: Rafael Robles Solano*
La pandemia del covid-19, es una dramática tragedia global, que lamentablemente nos vemos obligados a enfrentar más allá de nuestras circunstancias personales, familiares, sociales, económicas y políticas, donde lo más delicado es que el virus, SARS COV II, deambula invisible y libremente por todas partes, afectando a los humanos, sin distingos de raza, sexo y edades. Circunstancia ésta, la de su invisibilidad, que contribuye terriblemente a que la gente de estratos sociales bajos y medios, pero especialmente los jóvenes, se sientan inmunes a sus efectos y, en consecuencia, desafíen irresponsablemente las diversas medidas sanitarias que las autoridades locales, regionales y nacionales vienen implantando, en busca de atajar sus mortíferos desenlaces.
El desconocimiento real de la enfermedad, dado su sorpresivo e inesperado surgimiento, implica que los científicos y laboratorios tengan que estar experimentando a las carreras, con drogas y tratamientos sin tener medios de referencia que les permitan orientar o direccionar de forma segura y eficaz, como son las vacunas, los recursos médicos necesarios para atajarlo, controlarlo y, sobre todo, eliminar su peligro para la sociedad.
Más allá de las especulaciones divulgadas sobre su origen y supuestos planes conspirativos diseñados con el propósito de dominar a la humanidad, lo único cierto es que el Covid-19, es una enfermedad con la cual no se puede jugar, porque el resultado final es mortal. De modo que, en estas condiciones, nos tocó a todos asumir las responsabilidades de cuidarnos de ser afectados, agredidos y contagiados por dicho nefasto virus, de ahí el alcance de las disposiciones y medidas sanitarias de autocuidado, de aislamiento colectivo, que vienen resultando funestas y de un impacto devastador en el sector laboral y comercial de nuestro país, además de la cada vez más creciente pérdida de vidas de familiares, amigos, compañeros de estudios, trabajo, etc. Crisis que no solo afecta a Colombia, sino que está generalizada por todo el mundo.
Sus consecuencias aún no se pueden calcular, sin embargo, de una parte, ya se evidencian sus efectos en los índices de caída global del PIB, el aumento de las condiciones de pobreza de inmensos sectores poblacionales y de la restante, el desbordamiento de contagiados que con suma urgencia requieren ser atendidos en los hospitales, saturando los servicios ante la escasez de camas y de Unidades de Cuidados Intensivos, como está aconteciendo por estas semanas en diferentes regiones del país, tales como en Antioquia, Atlántico, Magdalena, por citar las más críticas, donde la demanda de pacientes con Covid-19, supera las capacidades hospitalarias de sus capitales, teniendo que diseñar planes de atención en urgencias para ser tratados y atendidos en otros Departamentos.
Todo esto es el resultado de la indiferencia e irresponsabilidad de muchas comunidades, qué desoyendo las alertas de las asociaciones médicas, de las autoridades sanitarias y gubernamentales, quienes, con sus comportamientos indisciplinados, haciendo fiestas clandestinas, rumbas de todo tipo, han propiciado el dramático caos hospitalario que por estas semanas estamos sufriendo. Concluyo, ojalá lo superemos sin más tragedias. lideresocial@gmail.com *Secretario Ejecutivo LIDERESOCIAL