Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

La integración, demarcada en su exacta dimensión y extensión, contienen por sí misma una importancia vital para los pueblos, consolida potencialidades, permite obtener buenos y mejores resultados, siendo necesario aprender de los errores cometidos con estos procesos y acoger las ventajas de los modelos exitosos para implantar e implementar uno realmente fuerte que permita aprovechar las ventajas comparativas y competitivas para adecuarlas a un propio esquema de desarrollo, en lo que deben cumplirse, camino a resultados de éxito, puntuales objetivos en materia comercial, económica y de desarrollo regional y tener en cuenta las debilidades y fortalezas de cada proceso.

Cabe en este derrotero, como esbozamos arriba, que más que apegarnos a modelos ajenos, valido es estructurar, de conformidad con nuestras propias realidades, demandas, necesidades, proyecciones y prospecciones, aplicar las estrategias que nazcan de la conjunción de tales factores, que ayuden a soportar un concepto de desarrollo con la capacidad efectiva para enfrentar eficientemente los retos y problemas que cada momento plantea y de contera satisfacer en forma autogenerada y sostenida, las necesidades materiales básicas y aspiraciones sociales de progreso individuales y colectivas, así como generar la riqueza necesaria para financiar el logro de dichos objetivos y ampliar de la mejor forma y manera posible integrales beneficios, sin que ello signifique dejar de lado los acontecimientos universales, que querámoslo o no, inciden de una u otra forma en estos y muchos otros procesos a este tenor.

Requerimos de avances hacia la integración, llegar a procesos de unificación, ampliar el marco de las relaciones económicas, la integración física, energética y de comunicaciones, la articulación y armonización de políticas que promuevan el desarrollo rural y agroalimentario, la transferencia de tecnología y la cooperación horizontal en ámbitos científicos, culturales y de educación. Ser geopolíticamente como región, una alternativa promisoria en materia de desarrollo social, humano y de crecimiento económico, a fin de superar los problemas sociales de afectación regional, tales como pobreza, analfabetismo, desempleo, mortalidad infantil, desnutrición a través de estructuras de cooperación horizontal, que nos permita desde nuestro compromiso real, una mejor utilización de los recursos al compartir y aprender de las mejores prácticas en los campos de especialización de cada una de nuestras unidades territoriales.

Hoy más que nunca debe trabajarse aplicadamente para que los procesos regionales de integración tengan el éxito proyectado, en lo que colabora decidida y definitivamente lo político/gubernamental, unificar alrededor de propósitos a los estamentos nacionales para definir los criterios que menester fueren en la dirección deseada. En cuanto a la infraestructura a todos los niveles, la mayor debilidad de los proyectos de integración, económicos y sociales, es la pobreza existente en este aspecto, lo que se agrava para infortunio de todos con el subdesarrollo y la corrupción gubernamental que impiden estructuraciones intrarregionales adecuada para un mayor y mejor funcionamiento de todo cuanto tiene que ver con los elementos de ayudan a generar progreso, a lo que se suma la inestabilidad de la economía interna de nuestros territorios, lo que debe controlarse de una vez por todas, a efecto de que se puedan cumplir a cabalidad los objetivos plasmados para que terminen siendo metas alcanzables en coordinación con las variables requeridas y se logre así potenciar la realidad y capacidad regional. rubenceballos56@gmail.com *Jurista

¿Cómo le pareció el artículo?
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

Por admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *