JOSÉ MANUEL HERRERA BRITO

Por: José Manuel Herrera Brito*

Familias enteras y hasta comunidades siguen siendo desplazadas por la situación de inseguridad. Ya no se puede vivir. Urgen soluciones. La inseguridad pública sigue siendo motivo de confrontación política y lo será en la medida que las soluciones mejores no aparezcan en dirección a su consolidación. Los estallidos sociales se avizoran. Circulan mensajes que pretenden y buscan romper la estabilidad social en el Estado, además de ser aliados y cómplices del crimen organizado. Hay alertas tempranas sobre las causas y consecuencia de la inseguridad que vivimos. La situación de la violencia e inseguridad que nos agobia amenaza confrontaciones. No le dejan al ciudadano hacer su vida en paz. En muchos territorios y escenarios la gente se siente colectivamente secuestrada, empujadas a tener que abandonar casas, trabajos, bienes y tener que emigrar.

Todos los sectores deben obligar al diálogo, abrirse, escucharse, consensuar, acordar, comprometerse. No se puede participar en la desestabilización, sino en la estabilización del Estado. Ser aliados y cómplices institucionales de un mejor porvenir. Actuar con responsabilidad y claridad. Entender que merecemos respeto. Exigir que se tenga como importante y prioritario la seguridad y bienestar que por derecho nos corresponde; objetivo y aspiración que no debe pasar por la negociación con ningún grupo del crimen organizado, ni tampoco por encima de la ley o por romper los equilibrios de poder.

La seguridad hoy es un escenario frágil, en el que no se puede ser aliado ni cómplice del crimen en ninguna de sus formas, variables, naturaleza y procederes, ya que lo cual no abona a la paz ni la seguridad que merecemos. Razón por la que haya a toda costa que evitar riesgos innecesarios que construyen escenarios delicados, dañosos, perversos y tendenciosos, pues tampoco debería beneficiar a nadie incitar y promover el control de territorios a favor de grupos al margen de la ley que se los disputan.

Urge e importa un acuerdo por la seguridad camino a una Colombia de paz, y que lo cual no se quede en una anécdota más. La paz no es solo ausencia de conflicto ni de guerra, sino la construcción de una convivencia pacífica diaria, en la que todos ponemos al servicio de la sociedad lo mejor de cada uno. No podemos vivir con la zozobra a cuesta que el país nos puede estallar en cualquier momento y el anuncio nefasto que lo perdimos todo por permanecer en tonterías, minucias, mezquindades, broncas estériles, rumores, odios, pleitos de esquina y polarizaciones que a nada positivo conducen.

Delincuencia y sus expresiones de violencia se están llevando todo por delante, razón de peso para que logremos un acuerdo nacional para combatir la inseguridad en todas sus manifestaciones como compromiso de vida. No más imprevisiones ni improvisaciones, no más una cuestionada justicia, ineptitud de las instituciones de control, ineficiencia de la gestión social, ni sometimiento a la indefensión de la Fuerza Pública. Momento es ya de darnos una oportunidad como país en paz. El acuerdo nacional debe garantizar un país de paz a las generaciones presentes y por venir, en lo que importa el diálogo como un todo necesario para resolver los problemas.

Vivimos con zozobra. Expuestos estamos a riesgos permanentes. Se obliga que hablemos entre nosotros, tendamos proximidades y empecemos a reconocernos en la ruta de las soluciones. En la sociedad civil está depositada la reserva ética para propiciar un acuerdo de largo aliento, junto a la academia, profesionales, organizaciones sociales, gremios, empresarios, periodistas, intelectuales, artistas y los líderes que desde la política quieren diferenciarse de sus malos pares. Un grande acuerdo nacional es una posibilidad para reinventarnos, crecer como pueblo, matar la desidia, entender que mientras más fragmentados e individualizados estemos, más débiles seremos. El acuerdo es ya. Mañana lo más probable es que sea demasiado tarde y ello sería funesto. saramara7@gmail.com

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