SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

Sigue siendo actualmente la inseguridad uno de los temas de mayor persistencia y complejidad, al desvirtuar convivencia, enturbiar el bien andar e incidir en obstaculizar todo, hasta el punto de generar un temor colectivo en la sociedad, misma que hoy nos condiciona y de qué manera frente al sistema social y económico, ya que los efectos perniciosos producto del capitalismo han provocado que el concepto de desigualdad recorra los círculos académicos, políticos y económicos, lo cual requiere de un marco más amplio y continuar pensado en la inseguridad como elemento de distorsión.

Al tiempo que la desigualdad se mide en estadísticas, la inseguridad requiere hablar de sentimientos, tanto personales como políticos, debido a que los problemas económicos también son emocionales. De otra parte, tenemos que la desigualdad expone la distancia entre ricos y pobres; y, la universalidad de la inseguridad revela el grado en el que el sufrimiento innecesario esta super extendido, incluso en aquellos a los que parece que les va bien.

Todos estamos en guardia ante unos y otros aspectos, abrumados y aprehensivos como bien se afirma, lo mismo que temerosos de lo que nos depara el futuro, lo que nos vuelve ansiosos, incompletos y expuestos al riesgo, lo que impone camino a enfrentar esta situación, luchar y esforzarnos para salirle al paso a las amenazas potenciales. Trabajar duro, apresurarnos, invertir, reflexionar, toda vez que la inseguridad nos alcanza y la seguridad en su mayor parte se nos escapa.

En teoría la forma en la que estructuramos nuestras sociedades podría hacernos más seguros, pero las formas en las que las confeccionamos hoy hacen que no lo seamos tanto. La inseguridad nos asedia en nuestro bienestar y autoestima, facilita la explotación al producir un asalto permanente a nuestro felicidad y dignidad.

Asimismo debemos referir que los mismos acontecimientos que aumentan la desigualdad, tales como la desregulación de las finanzas, de las empresas y la caída del estado de bienestar, aumentan igualmente la inseguridad y a todos afecta a ricos y pobres por igual, especialmente por cuanto el sistema económico capitaliza las inseguridades que produce, para luego estimularlas y perpetuarlas, haciéndonos a todos inseguros por diseño, de ahí que debamos tener en cuenta la profundidad de la inseguridad e imaginar algo diferente, porque en la medida que pasa el tiempo, más se intensifica dicha inseguridad, la cual debemos canalizar de manera constructiva, indignándonos ante la fábrica del miedo y la ansiedad y de paso luchar por formas colectivas de seguridad basadas en el cuidado y la protección, a cambio de desesperación y angustia.

Corroe y e intimida la falta de seguridad, no pasa un día sin que tengamos noticia de robos, asesinatos, desaparecidos y unas violencias convertidas en una segunda naturaleza. Todo tiende a resolverse a gritos y golpes en cualquier lugar, mercados, autobuses, calle, oficinas, parques, y en cualquier reunión de más de tres o cuatro personas con intereses contrarios, como consecuencia de lo macro, hasta ver delincuentes persiguiendo y abofeteando soldados que lloran de coraje e impotencia al estar prohibidos de repeler los ataques, toda vez, y es la consigna, debe seguirse abrazando y protegiendo los derechos humanos de los agresores. Horror de horrores.

El asunto de nuestras violencias e inseguridad es realmente grave, lo que requiere de un compromiso nacional documentado con estrategias políticas para la paz, al tiempo de interceder decidida y decisivamente con las facciones criminales en la real búsqueda y procura de solución a tan grave problemática. saulherrera.h@gmail.com

*Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. Magister en Derecho Público

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