Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Lo importante, prioritario y urgente son aspectos que deben ser norma para todo gobernante, implicando que nada que contenga alguna de estas connotaciones deba posponerse, olvidarse, dejarse en segundo plano o para después, como muchos acostumbran hacerlo. Los problemas así definidos deberían ser en todo momento parte fundamental de la atención gubernamental y estar enlistados dentro de sus mayores tareas, como bien pueden ser salud, economía, seguridad, educación, inversión social, infraestructura, +manejo ambiental, que nunca deben perderse de vista como tampoco en el cúmulo de noticias, información, confusión, incertidumbre y sinrazones que nos agobian y amenazan con desquiciarnos.

Hemos llegado al punto de mirar con indolencia todo lo malo y perverso que a nuestro alrededor pasa: inadecuado sistema de salud, economía pauperizada, violencia, inseguridad manifiesta, mala calidad educativa, pésima inversión social y un desatendido ambiente, sin que veamos asomos ciertos de cambios ni de transformaciones sustanciales que pretendan al menos principios de solución; mientras tanto nuestros gobernantes bien gracias, acompañados con la cínica capacidad de soportar sin inmutarse, todas las críticas con fingidas sonrisas.

No se percibe como tampoco se genera sensación alguna de seguridad, ese valor fundante sin el cual todo es incierto en el devenir, en el presente y en el porvenir de los pueblos. La inseguridad que sufrimos como sombra nefasta nos va cubriendo en y por todos los rincones a lo largo y ancho de nuestra patria, desde lo local, municipal, departamental y regional. ¿Y si esto ocurre con algo tan sustancial, importante, prioritario y urgente, que será con los muchos otros que en igual o superior medida nos constriñen y tenemos que soportar irremediablemente?

Debe preocuparnos frente a todo cuanto nos está ocurriendo, ocuparnos en construir, no un discurso baladí al que nos tiene acostrumbrados, sino un todo integral que nos valide ante la historia. Pena ajena da que los “genios” de nuestras administraciones públicas se soporten en un lenguaje doctrinario que se afianza cada día y cada vez más como una bandera política que engaña incautos debido al populismo del que se valen para tales efectos.

Tenemos que apuntar a superiores dimensiones, no quedarnos en el vacío sino buscar utilidades, discernir nuestras propias realidades, necesidades, deberes, obligaciones, responsabilidades, compromisos y demandas poblacionales, hacernos relevantes, definir procesos, ir sin descanso tras el mejoramiento permanente y continuo, y no quedarnos en la tonta, apenas retórica e insulsa palabrería que nada aporta y en nada contribuye a impulsar como deben y tienen que ser los avances que requerimos en mira a consolidarnos como sociedad.

No podemos olvidar qué si en verdad queremos empujar hacia adelante, no podemos esperar que ello nos llegue como maná del cielo, como un regalo, sino que tenemos que buscar los caminos que brindarnos redención puedan. Marcamos nuestra propia agenda o dejamos borregos que nos la impongan, como en efecto nos está sucediendo. Cambiamos o cambiamos. Así de sencillo y simple. rubenceballos56@gmail.com *Jurista

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