SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

Ciudadanía, es la condición que se otorga al ciudadano de pertenecer a una comunidad organizada. La connotación más frecuente está ligada al Derecho, especialmente a los derechos políticos, sin los cuales la persona no puede intervenir en los asuntos del Estado. Jurídicamente, implica, en principio, una relación de pertenencia con una determinada politeia (es decir, comunidad política), una relación asegurada en términos jurídicos y también denota una forma de participación en los asuntos públicos.

Hacer valernos como ciudadanos impone construir y reconstruirnos en democracia, reconocernos como colombianos, ir tras acercamientos, consensos, acuerdos, sin que ello signifique renunciar a los principios; más sí, identificar líderes valiosos, ciertos, verdaderos, demostrados, a efecto de mostrarlos en su real capacidad y dimensión; y no estar detrás de aquellos quienes vacuos, altivos y sobrevalorados posan como líderes, como dirigentes de valía sin serlo, además de aparecer cuales inútiles vedettes; mismos que afortunadamente van cayendo o desapareciendo como consecuencia de sus marcadas e insuperables inoperancia, ineficiencia, insuficiencia e ineficacia.

No hacer valer ni ejercer como debiéramos la ciudadanía, pareciera que nos pone en un limbo, sin soporte alguno, en mundos irreales, sin referencias ciertas, a la saga, a la vera del camino, superados y arropados por lo mediático y las nuevas tecnologías que se expresan las más de las veces en claves de suyo indescifrables, lo que obliga reconocernos como principio de solución, desde nuestra riqueza interior, en el entendido y la comprensión que para sobrevivir en tales circunstancias tenemos que construirnos comunitariamente.

Plantar cara ante la incertidumbre, confusión y caos actuante que divide, polariza y de paso resta legitimidad es lo debido; de ahí que interese identificar también lo que ignoramos, ir tras lo seguro que nos debe dictar la confianza iluminada con nuestra propia luz interior, que nos lleve a ser y hacer valer nuestra condición ciudadana, ejercer ese derecho, reconocernos como parte importante e integral de un todo que nos pone en capacidad de decidir, estar presente y profesar ciudadanía en un entorno institucional y social para que todo funcione como es y no permitir que se nos conculquen derechos; y antes por el contrario, seamos partícipes del bienestar propio y corresponsables del bienestar de todos.

Asumamos desde nuestro hacer un liderazgo real, no para ir tras las mieles y alamares del poder que pudieran ser, sino para representar bien y mejor a quienes lo delegan, recordando siempre que la soberanía reside en el pueblo.

Como ciudadanos no podemos hacer dejadez del papel rector que nos corresponde y lo cual representa, ni entregarnos al decir mediático normalmente orquestado, sino decidir recuperar la perdida confianza en dirigentes y líderes que crean en valores, vivan, reconozcan y asuman lo mejor del ser humano, creativos, optimistas, valerosos, pujantes, preparados, capacitados, enhiestos y gran valor civil, para que la verdad sea verdadera y el ciudadano se empodere para hacer buena política, opinar y tomar las decisiones mejores. No más ceder los espacios políticos a quienes no lo merecen. Respetémonos y hagámonos respetar como ciudadanos para que retomemos el poder legítimo que reside única y exclusivamente en la ciudadanía.

*Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual saulherrera.h@gmail.com

¿Cómo le pareció el artículo?
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

Por editor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *