Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
Cambios y transformaciones tanto positivas como significativas requieren acciones decididas, tales como -alcanzar estabilidad económica, -aprovechar la revolución digital, -buscar un desarrollo más ecológico y sostenible; e, -invertir en las personas. Respecto de la primera de las citadas acciones, vemos hoy en la geografía universal como numerosos países en desarrollo vienen haciendo esfuerzos extraordinarios para brindar apoyo a su población y mantener la actividad económica, muchos de los cuales van más allá de lo que pueden costear, dado que la deuda de sus economías están en niveles récord, en situación crítica a causa de sobreendeudamientos externos o en grave riesgo de caer en esa situación, lo que tiende a empeorar si los precios de las materias primas muestran volatilidad, las tasas de interés aumentan o los inversionistas pierden confianza en los mercados emergentes, como se sostiene en amplios círculos económicos internacionales.
Necesario es en esto la cooperación internacional con participación del sector privado, para proporcionar alivio de la deuda y financiar inversiones que promuevan el crecimiento, lo que articularse debe con eliminar el despilfarro en el gasto público, mejorar la eficiencia en la prestación de servicios y reasignar los fondos públicos a los usos más productivos, implementar gestiones proactivas para reestructurar los pagos, adoptar medidas concretas para mayor transparencia en los contratos de financiamiento, incrementar la rendición de cuentas y garantizar que las decisiones se basen en información exhaustiva, dar prioridad a los créditos en condiciones concesionarias, evitar el financiamiento con tasas de interés elevadas que se ha vuelto cada vez más problemático, poner énfasis en agendas coherentes y medir los avances.
En cuanto a aprovechar la revolución digital implica adoptar soluciones digitales con mayor rapidez, ampliar el acceso al financiamiento y crear nuevas oportunidades económicas camino a aumentar la competencia en los mercados de productos y permitir que las personas vendan servicios por Internet y se conecten así con los mercados nacionales y globales. Apoyar esta transformación connota adoptar numerosas medidas a gran escala, invertir en infraestructura digital, eliminar los monopolios en el sector de las telecomunicaciones, proporcionar documentos nacionales de identidad y crear un entorno regulatorio propicio; más por cuanto el potencial es claro en el mundo en desarrollo.
Transforma también la revolución digital el sector público, al permitir replantear radicalmente los sistemas de protección social. Hoy vemos que muchos programas pasan de la entrega de bienes en especie y de dinero en efectivo a la entrega digital, que los beneficiarios reciben directamente en sus cuentas bancarias o pueden ver en sus teléfonos. Del mismo modo, tanto en el sector formal como en el informal, los nuevos sistemas de pago permiten efectuar las compras cotidianas a través del teléfono, utilizando códigos QR y otras tecnologías. En muchos países de ingreso mediano, la transición al gobierno electrónico facilita el acceso de los hogares y las empresas a los servicios públicos. Por su parte, las adquisiciones electrónicas pueden reducir las oportunidades para que se cometan actos de corrupción e incrementar a la vez la transparencia y la eficiencia del Gobierno.
*Abogado. Columnista. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. Magister en Derecho Público. saulherrera.h@gmail.com
TEMA ENLAZADO: GENERAR CAMBIOS SIGNIFICATIVOS (II)