Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

¿Es buena parte de nuestra clase política, a juzgar por lo que viviendo estamos, una clase política cobarde, falta de arrojo, firmes posturas, decencia, grandeza y altura de objetivos y propósitos? Diría que sí. Salvo las contadas excepciones conocidas. La oposición, creo, y se percibe desde la sensatez, no acaba de comprender el momento histórico que vive el país para actuar en consecuencia. Muchos quienes la integran, se comportan ambivalentes, aguerridos en redes sociales y sumisos cual que más en los hechos ante el poder tras prebendas personales, lo que es deshonra monda y lironda.

Vemos apenas a unos pocos políticos que desde el dolor de Patria encabezan la lucha contra el autoritarismo, siempre en total medida vacuo de ideas, pueril, frívolo, navegando en indefiniciones respecto del papel que quiere jugar, lo que es explicable ante la improvisación rampante, desaciertos, erratas e incertidumbres que a todos los niveles genera con sus más y peores decisiones que toma y asume; además del ningún rumbo señalado para el y el desgobierno que muestra y demuestra a cada paso. Tiempos eran aquellos donde la oposición en soporte de realidades y necesidades poblacionales se inspiraba con conocimiento de causa, sólida argumentación, coraje, voluntad, carácter y criterio para estremecer los cimientos del país político y nacional, lo que hoy es prácticamente inexistente.

Es definitivamente claro como escueto, que los legisladores de oposición son de suyo irrelevantes, sometidos a la hora de la verdad, algunos pretendiendo tratar de evitar investigaciones judiciales producto de oscuras actuaciones, otros tras jugosas y provechosas canongías, otros más por físico miedo, y, los restantes, por cinismo para seguir engrosando sus arcas personales, familiares y de grupo y hasta de pronto ganarse posiciones para seguir pelechando.

Destaca sí de una u otra forma, la valentía y postura de algunos líderes, dirigentes, industriales, empresarios, académicos, columnistas y periodistas, que fungen como mallas de contención para salvaguardar nuestra democracia. Evidentes y aguerridos defensores del Estado de Derecho, quienes, desde los más de los flancos, bodegas y desde el mismo poder, lo que es conocido, reciben ataques, seguimientos y amenazas, amén de ser señalados de ser demasiado protagónicos. Tengo claro y siempre lo he tenido, que, si bien instituciones y entidades importan, también y mucho, importa que los individuos que las integran ojalá tengan la suficiente inteligencia y la fibra moral para defenderlas como debería y tendría que ser, lo que en nuestro caso no les alcanza.

Se han apoderado de las instituciones, y de las que no, pretenden su destrucción. No comprenden lo de construir sobre lo construido. Su credo es arrasar y avasallarlo todo. Hacer tabla rasa. No entienden ser conciencia moral, pero sí, propagar en favor del Ejecutivo lo que no se ha ganado, no se ganará y no merece. No les ha funcionado su mentirosa como demagógica y populista narrativa del cambio y la trasformación. De ahí que, como demócratas, no debemos, podemos ni tenemos porque rendirnos, ya que nos impulsa la obligación irrenunciable de mantener viva la posibilidad de seguir siendo una verdadera democracia.

rubenceballos56@gmail.com *Jurista

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