Por: Hernando Pacific Gnecco*
El estudio de las adicciones muestra aspectos interesantes. Entender por qué alguien toma el camino de la dependencia es materia de encendidos debates entre moralistas y científicos especialistas. Los primeros creen que la adicción se debe a la carencia de principios morales, debilidad de carácter del individuo o permisividad familiar; consideran que el adicto es un delincuente que puede dejar su dependencia cuando des e hacerlo y que su vicio exige sanción penal. Los segundos, alineados con los preceptos de la OMS, consideran que el adicto es un enfermo, con una patología multifactorial, que su tratamiento es muy complejo, que la rehabilitación no siempre es exitosa y muchos recaen.
La drogadicción es quizás la forma más compleja de dependencia; los fármacos psicoactivos modifican de tal forma el funcionamiento del sistema nervioso que el adicto no puede dejar de usarlas; apartarse definitivamente de las drogas es un proceso largo, complejo y muy difícil. Desde cuando los científicos entendieron que las adicciones van muchísimo más allá del aspecto puramente psicológico, que afectan seriamente la fisiología y el organismo se habitúa a determinadas sustancias y que la deprivación súbita de ellas causa tantos problemas como consumirlas, se han abierto puertas para manejar razonablemente esa enfermedad crónica, prácticamente incurable. Esta patología se caracteriza por el uso compulsivo e incontrolado de una o varias sustancias a pesar de las previsibles consecuencias catastróficas.
¿Por qué alguien cae en la drogadicción? El consumo de drogas inicialmente es casi siempre voluntario; no obstante, ciertos criminales canallas que merecen las penas más duras posibles, “envenenan” a los niños con sustancias adictivas camufladas en dulces o calcomanías que los convierten en inocentes víctimas fatales. El consumo repetido de sustancias altamente adictivas que activan los centros cerebrales de placer y recompensa conduce al enfermo a romper las barreras del autocontrol, llevándolo al deseo intenso y permanente de usar las drogas. Los cambios que se van generando en el sistema nervioso, especialmente en el cerebro, pueden llegar a ser irreversibles; otros órganos y sistemas también resultan afectados. La drogadicción es una enfermedad reincidente: siempre hay riesgo de recaer, aun cuando el adicto lleve años sin usar la droga. Un simple episodio de mucho estrés o una tentación reenvía al adicto a su infierno.
El primer contacto con sustancias adictivas se da por curiosidad, presión social, prescripción profesional o consumo inadvertido, como el mencionado caso de los niños. Caer después en la adicción es muy fácil; intervienen distintas variables como el tipo de sustancias implicadas, dosis y frecuencia de uso o la edad de inicio del consumo. Hay distintas fases: consumo recreativo (ocasional), abuso (por ejemplo, una borrachera) y la adicción establecida, que atrapa irremediablemente; el enfermo ya no puede dejar de consumir las sustancias adictivas. El tratamiento nunca garantiza la curación, casi imposible: “fui, soy y seré drogadicto”, dijo Diego Maradona alguna vez. Mejor sintetizado, imposible.
No todos los consumidores habituales caen en la adicción; influyen la genética, el entorno familiar y social, y el desarrollo del individuo. La desintoxicación, combinando medicamentos y terapias conductuales, es larga.
Puede ser exitosa en la mayoría de los casos y debe involucrar al entorno familiar; nada se gana con sacar a un paciente de su adicción si regresa a los mismos detonantes. La prevención sirve bastante, y siempre debe involucrar a la familia, escuela, comunidades y medios de comunicación. La educación y el control familiar son fundamentales; pero en ambientes sociales difíciles (barrios marginales, violencia, familias disfuncionales o uniparentales, discriminación, hambre, hacinamiento y otros factores complicados), el contacto con las drogas y su consumo es inevitable. De ahí al crimen hay un paso, sea delinquiendo para adquirir drogas o involucrándose en bandas de microtráfico o formas más duras de delincuencia organizada.
En la prevención y el tratamiento son necesarias políticas estatales encaminadas a la educación escolar obligatoria, empleo parental digno, vivienda adecuada, seguridad, recreación y deporte, principalmente. Y, desde luego, combatir el narcotráfico con todas las herramientas legítimas posibles.
hernandopacific@hotmail.com *Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Columnista