Por: Julián Martín Ruíz Frutos*
Desatender la democracia es herir de muerte a una nación, lo que debe llamar la atención de los dirigentes, enterarse, saber que ello es un suicidio, meterse en vena inyecciones de veneno mezcladas con dolores agudos de toda clase, genera desbarajuste, y constituye despropósitos que de ocurrir entre nosotros no sabríamos a qué atenernos.
Evidente es la descomposición de nuestra democracia, va a una velocidad de mil por hora. Desempleo, autoritarismo, demagogia, populismo, incertidumbre, desesperanza, improvisación, instituciones fundamentales del Estado copadas por partidos políticos y totalmente desprestigiadas ante la ciudadanía, latrocinio y corrupción al por mayor, perdida absoluta de crédito de los partidos políticos y de los sindicatos, bajísimo nivel en la denominada clase política, institucionalización de la mentira; continua humillación de la Fuerza Pública víctima de despiadado terrorismo, son claros ejemplos de la descomposición que vivimos y pueden llevarnos a situaciones de no retorno e impredecibles consecuencias.
Ha generado situaciones como la descrita, el desapego de las personas sensatas hacia la política y sus representantes, el desprestigio de la prensa en general, que debiera ser un pilar importante del sistema democrático como mecanismo de control del poder y de sus posibles abusos. Mientras nuestra democracia siga enferma, este barco seguirá a la deriva.
Se impone enriquecer la democracia, fomentar sus valores universales como son tolerancia, pluralismo, respeto de los derechos humanos, libertad y el diálogo para construir sociedades más democráticas y justas en donde se fortalezca la gobernanza eficaz y responsable; sustentarla, entender que la construcción de la democracia se basa en el reconocimiento de la participación equitativa de las personas, como requisito fundamental para garantizar el desarrollo económico, político y cultural de la sociedad; lo que implica promoverla, lo que es una condición que sólo puede ser alcanzada a través del respeto de los derechos fundamentales de los gobernados y por consiguiente, del Estado de Derecho.
Está íntimamente relacionada con la búsqueda de mayor igualdad social y la lucha eficaz contra la superación de la pobreza, en el entendido, afirmación y certeza que la democracia es sin duda una forma de vida, e importan en ella principios como participación, organización social, solidaridad, respeto a la diversidad, igualdad y equidad, a efecto que primen, además de los dichos y por encima de mezquinos intereses, la limitación del poder, la esfera de lo indecidible; y, el control del poder.
*Abogado. Especializado en Derecho laboral. Columnista