Periódico El Derecho
Una comida ingerida a solas, pareciera perder su sabor, aun cuando sea la más exquisita de todas. Para apreciarla en toda su dimensión, es necesario sin duda alguna compañía. No quiere esto significar que los placeres de la mesa se puedan compartir con cualquiera, ya que, en tal circunstancia, como en todas las demás de la vida, más vale comer solo que mal acompañado o con desconocidos. Todos tenemos vínculos especiales con ciertas personas como los miembros de nuestra familia, los amigos o los colegas grupo que varía según las circunstancias y con las cuales nos sentimos a gusto en torno a una mesa.
Todos pertenecemos a un grupo social determinado que nos permite tener relaciones con nuestros semejantes, como, por ejemplo, comer juntos. Reunirse durante las comidas fortalece al grupo y contribuye sin duda a su integración y cohesión. Es también un medio de comunicación que permite a sus integrantes expresar su identidad dentro de él. Compartir una comida es también compartir sensaciones y esta es la razón de que en numerosas sociedades los ritos suelan ir acompañados de festines y se presten para establecer lazos entre las personas y para estrecharlos.
Entre los animales la comida es siempre individual; ésta es una regla básica. No es un medio de comunicación ni un pretexto para reunirse. En los mamíferos se observa que la madre amamanta a sus crías; en los pájaros, que los adultos machos y hembras traen alimento a sus pajarillos mientras permanecen en el nido. Pero tales situaciones difícilmente se pueden calificar de convivialidad. Se trata de una relación entre padres e hijos que, además, es transitoria porque los pequeños al llegar a la edad adulta se alimentarán solos. Los carnívoros que cazan en grupo se reúnen a veces en torno a una presa mayor y comen juntos, pero a pesar de las apariencias tampoco puede hablarse en este caso de convivialidad.
Los chimpancés, en cambio, de acuerdo con las investigaciones realizadas por los primatólogos, mendigan alimentos a los miembros de su grupo, que en ocasiones terminan por cederles parte de su comida, consistente sobre todo en plantas y en alguna presa que han capturado. Cuando caza una presa mayor o en la época de la recolección de frutos apetitosos, el chimpancé no vacila en compartir su precioso botín con algún miembro del grupo que le acosa. En este caso, se trata con frecuencia de la hembra, que presiona al macho que regresa a casa. El comportamiento de los chimpancés nos hace pensar en la división incipiente del trabajo entre el hombre y la mujer para obtener su sustento, en las primeras fases de la humanidad, cuando el hombre se iba a cazar mientras la mujer se ocupaba de la recolección. Sin embargo, nada nos permite afirmar que el hecho de que los chimpancés compartan alimentos pueda crear lazos preferenciales entre los integrantes de una misma manada, y ello es tanto más dudoso cuanto que en el momento de alimentarse mantienen un comportamiento individual.
Importante en todo caso que, en contexto de convivencia y mayor disfrute, importante sea siempre compartir la mesa con quienes nos sintamos agradados, en la seguridad, absoluta por demás, que vamos a disfrutar de los alimentos como debe y tiene que ser, no solo en beneficio corporal y para la salud, sino como un disfrute espiritual.