ANTONIO POU

Por: Antonio Pou*

Parte de mis ensoñaciones provenían de la lectura de las historias de Doc Savage, la lectura preferida de mi hermano, que era mayor que yo. Es un personaje americano que aparece en 1933 en las revistas pulp, unas revistas impresas en papel basto y barato, con una ilustración en la portada tipo comic. Doc era un héroe polímata, con capacidades extraordinarias que, junto a cinco ayudantes, también muy peculiares, se dedica a perseguir a los malos e impartir justicia. Fue precursor de otros famosos superhéroes y también de los de Marvel. Y esos sueños han dejado y dejan huella en la cultura, de forma equivalente a los héroes de la mitología griega y romana.

Los sueños infantiles impulsan, en la sombra, las acciones de adultos. Sueños, que han sido soñados tanto, que crean surcos en la mente y sueñan solos, sin esfuerzo. Son sueños colectivos, compartidos. Son sueños puente, sueños construidos hacia una realidad irreal, una realidad con orejeras, en los que no se mira a los lados, solo a lo inmediato, a lo que está justo delante. En ellos no existe la previsión de posibles consecuencias, y hoy despertamos entre ellas, enfangados. Doc Savage ha sido uno de los sueños básicos precursores del mundo de hoy, y de sus problemas. Desde los años treinta se soñaba con hoy, y hoy somos aquel sueño —o su pesadilla según como se mire, al que hemos incorporado Internet. Una imagen de hoy del centro de Dubai recuerda demasiado a las portadas de Doc Savage.

Dick Tracy es otro propulsor de aquellos sueños. Aparece un par de años antes que Doc y a él se debe el empeño obsesivo de mirar y hablar a la muñeca de la mano izquierda, ahora hecho realidad. Mientras, los sueños de hoy vienen representados por Star Wars, la Guerra de las Galaxias, que puede ser visto como un intento colectivo de salir huyendo de este planeta, insoportablemente contaminado, para buscar paraísos en otros planetas —y poderlos contaminar a gusto.

A este respecto, me resultó muy interesante la reacción de William Shatner, el famoso capitán Kirk del Enterprise, que nació en el mismo año que Dick Tracy. Shatner viajó en 2021 al espacio exterior a bordo del Blue Origin NS-18, el segundo vuelo al espacio de la cápsula, invitado por Jeff Bezos. Yo pude ver por TV en directo sus reacciones al salir de la portezuela de la cápsula. Estaba muy impresionado al haberse dado cuenta de la fragilidad del planeta, nuestra única casa. Más que alabar la magnificencia del viaje, repitió varias veces que el espacio es muerte y lo de abajo es vida. A su lado, a Jeff se le notaba muy incómodo por esas palabras, que no favorecían su negocio. Las palabras del capitán Kirk no se han hecho famosas porque hacen despertar del sueño, pero deberían serlo porque es una clara advertencia de lo que nos espera fuera y de que tenemos que resolver lo de dentro.

No hay proyecto colectivo sin sueños. El mundo de los sueños es real, en el sentido que en ellos se abordan, por analogía, esas situaciones no resueltas, o que han dejado una huella profunda, durante el tiempo de vigilia. Además de proporcionar descanso y restauración a las células del cuerpo, en los sueños se queman los desequilibrios producidos por los neurotransmisores que fueron descargados y no usados. Por ejemplo, los que generó la bronca que tuvimos que aguantar a pie firme del jefe y que en el sueño se resuelve luchando, y venciendo, por ejemplo, a un oso polar. Lo que no se termine de quemar hoy, se quemará mañana.

Pero, puede suceder, al contrario, que los sueños dejen señales que sugieran caminos de pensamiento para las acciones del día, produciendo ensoñaciones de largo alcance. Cuando eso sucede de forma colectiva (por mecanismos que no vienen aquí al caso), las ensoñaciones guían subconscientemente al grupo social. Los grandes cambios se han originado en los sueños.

El cambio que necesitamos hoy para salir de la situación actual y de la que se viene encima, debe ser soñado previamente y de forma consciente. Probablemente, por la magnitud del cambio, será uno de los mayores sueños que haya hecho nunca la humanidad. Tiene que servir a toda la humanidad, y hacerlo dentro de los límites que impone la habitabilidad del planeta. Por supuesto, tiene que ser sostenible, o no habrá sueño. Tiene que caber dentro de las normas de funcionamiento de la biosfera y debe fascinar y convencer a los humanos.

El sueño de la Educación Ambiental no sirve para esta necesidad, es demasiado corto. Es débil y jamás se impondrá a los otros sueños que le hacen competencia. Es débil porque bajo ese término se sueña en demasiadas direcciones, y son demasiados sueños inconexos. Algunos cuelgan de los andrajos de la cultura, tratándoles de dar algo de verdor. Detrás, a corta distancia, les persigue la máquina barredora de ideas, la que hace desaparecer a todas aquellas que no sigan los cauces prestablecidos, aunque algunas sobreviven y dan alivio. Otros sueños son frívolos, son una forma de entretenimiento, una moda. Mientras, hay sueños ambientalistas que reclaman, con mucha razón, justicia social y justicia ambiental, pero no hay tribunal que reciba las demandas; los tribunales fuertes están en el otro lado, los débiles son impotentes.

Hay sueños que van pidiendo perdón a la naturaleza, por nuestros errores, pero en plan infantil: “¿Me perdonas, porfa? De verdad que esta vez te querré mucho”. ¿A qué naturaleza se dirigen? ¡Nosotros somos naturaleza, no somos alienígenas! Somos una especie adulta, la más potente, y pidiendo perdón no hacemos nada: lo único que cabe hacer es cambiar nuestras acciones, conscientemente, “naturalmente”.

El ”Sueño”, tiene que partir de la base de que no podemos huir del planeta. Tampoco podemos volver atrás, al tipo de vida de tiempos anteriores, a no ser que diezmemos la población. Debemos mirar con valentía a nosotros mismos, comprender cómo funcionamos, cuáles son nuestras potencialidades y nuestras limitaciones. Debemos despertar del sueño del cada día y soñar mientras estamos despiertos. Debemos mirar hacia delante, no vivir del recuerdo de civilizaciones pasadas e imitar sus modelos. Estamos en unas circunstancias desconocidas para los humanos, los modelos anteriores no nos sirven ahora. Aunque lo que sí puede valernos, por analogía, son las actitudes que adoptaron los de antes para salir de sus crisis, aunque es muy difícil reconstruir sus circunstancias y formas de pensar.

Llevamos dentro las herramientas de cambio necesarias y ahora también tenemos información suficiente como para plantearnos un sueño consciente, de adultos, responsable, pero con la curiosidad y el afán de aventura de la juventud. Antes necesitamos ser conscientes de la necesidad de soñar, de reconocer que los argumentos racionales no son suficientes, ni tampoco los emocionales. Y tener confianza en que nuestros sueños individuales, los reales, tienen fuerza y capacidad de contagio y de transformarse en realidad.

No sé de qué tipo será el Sueño, quizá admita algún formato que haga la función de los superhéroes, pero los sueños que necesitamos no pueden estar ligados a ninguna cultura, porque ninguna ha sabido resolver la situación en la que ahora nos encontramos. Hay que inventar y el Sueño se irá definiendo a medida que lo soñemos. No hay que preocuparse en ponerle etiqueta ni en reutilizar etiquetas anteriores, incluida la del sueño ambiental. Más vale que sea una realidad sin nombre, pero que funcione, a que sea un nombre sin realidad.

*Profesor Honorario. Departamento de Ecología. Universidad Autónoma de Madrid. Columnista Invitado

TEMA ENLAZADO: EL SUEÑO AMBIENTAL, ¿UNA UTOPÍA INALCANZABLE? (I)

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