Por: Hernando Manjarres Altahona*
Para nadie es un secreto los daños devastadores que trajo la pandemia Covid-19 al país; muertes, contagios y el estrés mental de que genera; adicionalmente que el país ni social ni económicamente estaba preparado para afrontarlo. Es así, como este fenómeno influye directamente sobre las fuentes de empleo.
Muchas evidencias muestran impactos sobre la pérdida de empleos formales e informales, en gran escala las mujeres, sin lugar a duda algunos sectores económicos más afectados que otros, como el sector hotelero que, en algunas épocas del año tenían un músculo financiero importante y la informalidad que son una pieza fundamental en la economía local ya que la conforman según estadísticas oficiales un 63% de la población.
La crisis, deja muchas enseñanzas también mucha escases, muertes y separaciones conyugales. A nivel de empleabilidad en un marco nacional y local no se ve la luz al final del túnel, por el contrario, se ve un mercado aún más limitado en materia de oportunidades de trabajo y sobre todo para las personas mayores, que en su mayoría no alcanzaron a una pensión o algún sustento fijo.
En este amplio grupo no se quedan por fuera las personas en condición de discapacidad y los desplazados de la violencia; dado que son doblemente víctimas. Por tal afirmación No es buscar culpables, no es señalar alguien y tampoco juzgar por no tener esa oportunidad, es valorar lo que tenemos y lo que podemos sostener.
Colombia en los últimos años ha sufrido de muchos aspectos que ya conocemos como: la violencia, la corrupción, el clientelismo, la desigualdad, el despilfarro, la poca atención en salud, educación entre otros, pero esta vez se suma uno que ahorca al ciudadano y es el desempleo, con dos dígitos en su porcentaje preocupa a todo un pueblo ya que una familia desempleada es una familia con hambre… hernando.manjarres@gmail.com *Comunicador Social – Periodista