Periódico El Derecho

El arte es la actividad en la que el ser humano recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido; igualmente, el conjunto de obras que resultan de esta actividad, así como las diferentes tendencias o estilos de las mismas; y, generalmente es entendido como cualquier actividad o producto realizado con una finalidad estética y también comunicativa, mediante la cual se expresan ideas, emociones y, en general, una visión del mundo, a través de diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros, corporales y mixtos. Cultura, es el conjunto de conocimientos e ideas no especializados adquiridos gracias al desarrollo de las facultades intelectuales, mediante la lectura, el estudio y el trabajo; también, conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época, entre otros aspectos; tiene la culturas muchos significados interrelacionados, siendo en consecuencia un término polisémico, como lo demuestran Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn, quienes recopilaron una lista de 164 definiciones de cultura en “Cultura: una reseña crítica de conceptos y definiciones”, y clasificado más de 250 distintas.

Hoy día, la necesidad de educar en arte y cultura es todavía un tema de debate que está sobre el tapete. Generalmente se piensa que la cultura, a cuya creación contribuimos todos, surge por generación espontánea y no necesita de mantenimiento o atención. Pero no. La cultura como fenómeno social y el arte como una de sus manifestaciones tangibles más concretas, requiere de la aportación de todos. Solo cobra verdadero sentido cuando se produce un intercambio consciente entre el legado histórico e identitario, que la cultura transmite y los nuevos usos y significados de valor que las modernas sociedades le atribuyen.

Superiormente bien entendida, la cultura no necesita muchos recursos para que se desarrolle, ya que, como fenómeno social que es, surgirá y crecerá allí donde haya individuos. Lo que sí es necesario hacer es educar en la importancia y puesta en valor que la cultura tiene por sí misma, toda vez que sin dicha labor educativa se produce un destrozo del pasado, una depreciación del acervo creado durante siglos y una pérdida de los referentes inmediatos que dotan de sentido a nuestra propia sociedad contemporánea.

Educar en arte y cultura es mucho más que instruir en historia y técnicas artísticas. El arte es una manifestación expresiva que surge en un contexto concreto, y, como tal, transmite gran parte de los elementos que determinan la cultura de ese tiempo y ese lugar. Difícil sería pensar que los creadores renacentistas reflejasen en sus obras la preocupación por el cambio climático, como sí sucede en la actualidad, o que los autores de nueva generación plasmen con el mismo afán las escenas religiosas que fueron el leit motiv por excelencia de la pintura de antaño. Por eso mismo, dar cabida al arte y la cultura es canalizar un conocimiento colectivo labrado a lo largo de los siglos y que constituye el mejor vestigio de nuestra identidad como individuos pertenecientes a un contexto particular.

La Unesco ha señalado que el dominio de la cultura y las artes es fundamental para el desarrollo de las personas. Por este mismo motivo, incentiva a diseñar programas educativos que incorporen estas ramas del conocimiento. Los beneficios son diversos: la educación en arte propicia el pensamiento alternativo y la búsqueda de soluciones creativas a los problemas, favorece cualidades como la tolerancia y la sensibilidad, ayuda a que se aprecie la diversidad y se abra un diálogo intercultural, además de desarrollar otras habilidades intelectuales y creativas del individuo.

Pero, ¿Por qué el arte se sigue viendo como algo reservado para unos pocos? Del mismo modo que otras disciplinas igualmente necesarias para el desarrollo, como las actividades deportivas, asociadas a valores colaborativos y a la psicomotricidad, el arte y la cultura requieren la misma atención. En los últimos años varias voces han puesto de manifiesto los beneficios asociados a la formación en arte desde edades tempranas. Más que una cuestión de conveniencia, es, en realidad, un contenido esencial para el desarrollo que acompañará al individuo en las distintas etapas de la vida. Conceptos de absoluta actualidad y tan demandados en el mundo empresarial moderno como la creatividad, la imaginación o la innovación tienen su base en los estímulos inculcados desde pequeños. Hoy día, la inteligencia y el aprovechamiento de las cualidades no se ciñe exclusivamente a ser hábil con el lenguaje y las matemáticas. El fomento del pensamiento alternativo y la solución de problemas ingeniosas, con sus conocidas aplicaciones en el mundo del emprendimiento, están íntimamente asociadas a la formación en arte.

Estudios muchos plantean un cambio de enfoque al incorporar las artes en la educación. Los beneficios son innumerables y alteran los esquemas preconcebidos y heredados aún hoy sobre la permanente búsqueda de la exactitud en los resultados, propia de materias como las matemáticas. La naturaleza impredecible de la creación artística ayuda a desarrollar el pensamiento crítico y a generar vías alternativas de raciocinio. Las nociones de correcto e incorrecto se difuminan y se da cabida a vías de expresión que favorecen nuevas estructuras de discurso lógico. No existe una forma única de inteligencia, y es evidente que la integración del arte y la cultura en el proceso de aprendizaje es necesaria. Esperemos que esta paulatina toma de conciencia se traduzca en la incorporación de nuevas herramientas y recursos educativos desde la infancia, en la verdad que solo es posible amar y entender aquello que se conoce. / IVA

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