Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
Es desgobierno, gobernar mal, desorden, desconcierto, falta de gobierno, de orden, de dirección, alteración, desorganización, caos, desajuste, desbarajuste, perturbación, desarreglo, dejar que reine desorden e indisciplina; y, es incapacidad por su parte, falta de capacidad para hacer, recibir o aprender algo, incompetencia, inutilidad, ineptitud, impericia, torpeza, insuficiencia, falta de entendimiento o inteligencia, no ser capaz de desempeñar un trabajo, una misión, carencia de capacidad para realizar, obtener o aprender alguna cosa. Falta de intelecto o comprensión. Escasez de aptitud.
Hoy la situación en el país va mucho más allá de ser un reflejo de desgobierno, ingobernabilidad o incapacidad; es un claro indicador de un Estado que parece haber renunciado a sus responsabilidades más fundamentales, en el que campea improvisación, necedad, terquedad, autoritarismo, arbitrariedad, demagogia, desconocimiento de la cosa pública en su conjunto, tozudes, en el que igualmente la escalada de violencia y el dominio del crimen organizado si bien no son fenómenos nuevos, la magnitud que han alcanzado bajo la administración actual refleja un fracaso crítico del gobierno, que ha mostrado una aberrante complicidad ante una crisis galopante que demanda una gestión determinante; y en cambio tenemos una seguridad al garete, ineficaz para contener, no digamos para revertir, el avance de las organizaciones criminales, que hace sentir un vacío de poder que no es solo una simple ausencia de las autoridades a lo largo y ancho del territorio patrio, sino además, un grande vacío de liderazgo, de planes de acción y de esperanza para los ciudadanos y comunidad en general.
En este contexto, surgimos como un claro ejemplo de Estado fallido, donde la incapacidad de brindar seguridad y asegurar el orden interno cuestiona profundamente la soberanía del Estado. Un país cuyo escenario nos lleva a repensar su situación como indicador de un reto nacional, pero que con la intensidad que se presenta destaca la necesidad importante y urgente de acciones gubernamentales de envergadura. La relación política / crimen organizado, evidenciada por el financiamiento de campañas políticas un panorama de corrupción y connivencia que debilita aún más la confianza en las instituciones.
Está el país oprimido por la violencia y la criminalidad, a la par de palabras necias, vacías y promesas incumplidas, por lo que requerimos un enfoque integral que aborde tanto la seguridad inmediata, como las causas que dan origen a la violencia, como son pobreza, falta de oportunidades, descomposición del tejido social, altos índices de corrupción y una impunidad desmedida. La falta de una estrategia efectiva es una traición a la ciudadanía que merece vivir en un ambiente de convivencia, paz y seguridad.
El papel de un gobierno no es solo administrar recursos o promulgar leyes; sino proteger a sus ciudadanos y garantizar sus derechos humanos. La crisis que vivimos requiera de un llamado urgente a repensarnos en muchos aspectos que no han funcionado, especialmente en seguridad y gobernabilidad, lo que determina que sea el presente, momento de exigir cuentas, de demandar un cambio real, porque la situación actual es insostenible. La ciudadanía merece mucho más. La pregunta es: ¿Está o no el gobierno dispuesto a escuchar y a actuar, o seguiremos siendo un testimonio fehaciente del fracaso estatal, hoy más que evidente? . rubenceballos56@gmail.com
*Columnista. Jurista