Por Ricaurte Losada Valderrama -@ricaurtelosada.
Luego de uno de los tantos puentes, los colombianos se reincorporaron a sus trabajos en medio de un desastre nacional, decretado por el Gobierno central, debido a las dantescas y humillantes consecuencias producidas por el invierno.
La debacle se presenta de manera particular en el departamento del Chocó, donde la situación se ha agravado aún más por el tercer paro armado del ELN, ad portas de la iniciación de un nuevo ciclo de conversaciones, que el Estado debiera suspender de no levantarse este aleve amedrantamiento.
Y para completar el grave panorama, la afectación es ya como en 27 departamentos, en algunos de los cuales es también grave la situación, como en la Guajira.
Lo primero que se me ocurre decir al respecto es que nuestro país no tiene planes de Estado, sino planes de gobierno. Si Colombia tuviera planes de Estado, hubiera podido, hace tiempos, generar una infraestructura más adecuada, que no permita que cuando hay verano, el problema sea grave, entre otras cosas, por la sequía de los ríos, que hemos visto hace poco y, cuando hay lluvia, el desbordamiento de las quebradas y de los ríos, causa inmensos desastres, como los que hemos visto, sobre todo en el departamento del Chocó.
Se agrega a eso el ya mencionado paro del Ejército de Liberación Nacional, frente a lo cual el Estado debiera ser mucho más vehemente con esa guerrilla, para exigirle el levantamiento inmediato del tercer paro, que ha realizado durante el presente año, para poder reiniciar las conversaciones a través de un nuevo ciclo. No se olvide que conseguir la paz tiene un alto precio y que por ello hay que hacer todos los intentos de negociación política, pero que ello necesariamente tiene límites que el Estado no puede sobrepasar.
Los recursos que se transferirán a través de la declaratoria de desastre nacional, a través de la Unidad Nacional para la Gestión de Riesgos de Desastres, son de 2.500 millones de pesos, con los cuales, como siempre, no habrá soluciones estructurales, como se requiere, sino paliativos de coyuntura.
Recordemos, además, que nuestra colonización fue desorganizada. Por falta de planeación, que en nuestro medio es reciente y limitada, por lo cual, los campesinos se ubicaron a la orilla de los ríos y de las quebradas, donde contaban cerca de sus viviendas con el líquido vital y, eso ha tenido un alto precio, como la situación deplorable de muchos sitios del país, en particular del pobre y abandonado Chocó, prodigio en reserva ambiental que Colombia y el mundo necesitan, quienes, por la conservación debieran retornarle a la región y a sus habitantes importantes recursos, pues la biodiversidad es indispensable, y con mayor razón en esta coyuntura, en la cual los desastres del recalentamiento global son inmensos y alarmantes para Colombia y para la humanidad.
De modo que se impone pensar y actuar, de manera inmediata y prioritaria no solo por el departamento del Chocó, sino para generar condiciones y soluciones estructurales que nos saquen de una crisis repetida por tantos años, en unos casos por efecto del verano y en otros de las lluvias y, paso a paso, agravada.