Por: José Manuel Herrera Brito*
Las realmente profundas divisiones sociales y económicas que enfrentan no pocos territorios como resultado de la violencia indiscriminada y cada vez mayormente creciente, son una preocupación en aumento en muchos de ellos, lo que ha generado que se viertan mirialitros de tinta sobre toneladas de papel en torno al tema. Opiniones, artículos, columnas, libros, investigaciones, tesis, se escriben a diario sobre la forma y manera en que la convivencia ciudadana de las más diversas filiaciones políticas se deterioran día tras día.
La agresividad política, auspiciado muchas veces por grupos, movimientos y partidos, es una realidad creciente. El conflicto político no es extraño entre nosotros, lo que no es bueno y está llegando a extremos. No culmina la violencia y antes por el contrario, parecieran estarse originando vuelcos políticos radicales, apuestas por profundizar la lucha de clases, algo que se creía extinto, mediante métodos antidemocráticos que rayan en la violencia; y, la pugnacidad por el afianzamiento de normas que a la postre solo generarán anarquía y caos.
Pululan los métodos violentos, protestas que subvierten el orden y justifican con estar luchando en favor de los derechos humanos. Se justifica por no pocos la violencia política, como nos ha sucedido en tiempos recientes, llaman a la sedición, navegamos en las aguas turbulentas de una sociedad que está profundamente dividida, polarizada y hastiada de la violencia política y es temor generalizado que crezca aún más.
Además de lo cual, independientemente que se diga lo exactamente contrario desde y con la manipulación de las cifras, que no como debieran, ya no preocupen tanto asuntos tales como la economía, el crimen, la migración, la política externa, la salud y la educación. Inequidades y desigualdades económica y social han pasado a segundo término como ejes propulsores de cambios y transformaciones, lo que llama a poner en perspectiva la idea de la inequidad económica y social como factores de revueltas sociales, legitimidad y representación, a lo que se suma un sistema de justicia de dudosa independencia, integridad y capacidad jurídica.
Es de entender y comprender con justeza, que la lucha por la democracia no puede, ni debe recurrir a argumentos que llaman a la división y la crítica más vulgar del contrario, aspectos que dejan de lado y hasta desechan tender puentes para el entendimiento y antes privilegian lo opuesto. Es esto hoy por hoy, el sentir de los más sensatos y preparados lideres de opinión política y una de las conclusiones de los que estanos viendo y nos está sucediendo. saramara7@gmail.com