Por: Ec. Mag. Omar Escobar

Una sociedad democrática supone la existencia de la diferencia o la existencia de diferentes grupos sociales- económicos, es decir, el pluralismo es condición necesaria para el ejercicio de la democracia, pero más necesario es, los mecanismos para lograr la representatividad de esos grupos diferenciados. Se observa que todo sistema democrático, sean democracia representativa o directa, se basan en el “sistema electoral de votación”; dicho sistema, es un instrumento que permite dar la victoria a las “mayorías”, dando nuevamente legitimidad a la democracia para el ejercicio directo del poder y es así como ha logrado prevalecer y mantener, lo que Sartori (2007, p.218) llama la liberal democracia, “(…) donde la potestad popular resurge y es capaz de actuar”. Más sin embargo, esa actuación está condicionada “para crear un sentido común ilusorio y hacer que las personas actúen de acuerdo a los intereses de una pequeña élite mundial” (Chomsky, 1993) e incluso regional.

Para Rouseau, la democracia es la “soberanía popular” y el poder de ellas, o bien, es el instrumento político de la sociedad civil, en favor de algunos intereses, basados particularmente en la defensa de la propiedad privada, tal como lo afirmaban John Stuart Mill, Hobbes y John Locke. Cabe destacar que la soberanía popular fue llevada al extremo con los “jacobinos” al defender un Estado centralizado y la indivisibilidad de la nación, en este contexto, se podría expresar que la democracia radica en la dictadura de las mayorías sobre las minorías. 

Si hoy en día, tenemos en cuenta, la presencia de grupos múltiples, enfrentados no solo en opiniones sino en intereses económicos, la concepción del término de clases sociales se fragmenta y es por ello que las modernas democracias, son pluralistas; siendo un nuevo factor que dinamiza el ejercicio de la política a través de sus instrumentos como el “sufragio”, pero a la vez socaba el radicalismo jacobiano, pues el poder legítimo tiene  que ser difuso y no concentrado y tiende a la apertura política, al pluralismo, del cual se acogen los minúsculos grupos civiles que luchan por llegar al poder y pueden tener protagonismo. En ese orden tanto el sistema electoral como el pluralismo democrático, no escapa del análisis de Downs, en cuanto a la estructura oligopólica de partidos políticos, los cuales representan a algunos grupos económicos de alto peso. De allí que Downs y Dahl, dejan el término “democracia” y hablan de un “régimen poliárquico” con múltiples partidos que compiten entre ellos para asegurar el poder. Anthony Downs, quien en su obra “Teoría Económica de la Acción Política en una Democracia”, traslada su teoría de la democracia, al campo económico, especialmente el concepto de la acción racional, definida por él, como: “La acción que se realiza para obtener el máximo beneficio entre el gobierno, los partidos y los electores”, toda vez que el comportamiento de los grupos políticos es similar al de los agentes en el mercado, enfocados a maximizar su utilidad y a reducir los costos y riesgos. Es más, el análisis de la democracia en la sociedad, debe contemplar las leyes de un mercado de competencia perfecta o imperfecta, dado la presencia de grupos económicos que no solo transan bienes y servicios, sino votos, que es la mercancía política. Esta circunstancia, lleva a que los electores (gobernados) tengan posiciones diferentes frente a los gobernantes quienes se orientan por “motivaciones privadas”. (Downs, 2001, p.96). Shumpeter y Max Weber, en su época, sostenían que “la democracia es la participación de diferentes capitalistas en la carrera del poder político”, aspecto que no ha cambiado en el siglo XXI, donde se han fortalecido las élites de poder, haciendo suyo el instrumento democrático para la acción política y creando un sistema plutocrático de las élites para gobernar el mundo; así pues concluimos que el poder político, está en las minorías, dado la presencia de oligopolios o duopolios políticos del poder, los cuales crean mercados imperfectos, donde no existe competencia en igualdad de condiciones…entonces, por un lado las élites con poder decisorio y por otro, las masas sin ese “poder”, pero necesarias para el sistema electoral. Bien decía, Anthony Downs (2001), “por eso el gobernante es un empresario que vende política a cambio de votos, en lugar de productos a cambio de dinero”. Estoy seguro que John Locke, debe revolcarse en su tumba.

Corroboramos, así que existen los maquiavelistas de lo político, constituidos por la cúpula de la sociedad que domina a las mayorías, a través de las instituciones públicas y el mundo empresarial, cuyo objetivo es capturar el poder, a través de muchos medios, entre ellos, la masificación de voluntades, la desinformación, la compra de votos y la politización de la burocracia.

Si para los griegos, el ejercicio de la democracia consistía en la participación del pueblo en las decisiones colectivas, en beneficio del bienestar de esa sociedad, los romanos capitalizaron el concepto en favor suyo, toda vez que se erigieron como élite gobernante y formaron su imperio basado en la democracia actual. La ilustración de nuestra época, rescató el concepto benévolo de la libertad y la democracia, sin embargo, su naturaleza ideológica, no resiste al cambio cultural de la revolución industrial, la cual, se basa en la competitividad. Ésta más que una exigencia técnica, se basa en la naturaleza humana por la supervivencia, y la guerra, como método para alcanzar el éxito. Los grandes industriales, magnates o líderes políticos con gran poder decisorio, pueden socavar la libertad de sus congéneres y por ende, transmutan o manipulan el concepto de la democracia, a favor suyo… he aquí otra razón para hablar de plutocracia o más bien de un sistema poliárquico; sistema cerrado o reservado para quienes cumplan conciertas características: niveles de ingreso o concentración de capital, estilos de vida, capacidad de decisión y poder, familias con abolengo ubicadas en cargos estratégicos del poder civil y militar, entre otros.

En síntesis, el actual sistema democrático, asegura los intereses particulares, jamás los de la mayoría de la población, llámese democracia representativa o de elecciones libres. Desde una perspectiva verdaderamente democrática, este sistema político está en colapso, dado por el incremento de la información y la libertad de opinión, y el abstencionismo, es el mejor indicador de su deterioro. El problema es la falta de organización de los abstencionistas y su incapacidad de tomar decisiones estratégicas. Al contrario, la escaza minoría que gobierna en un país, es quien toma y modifica decisiones avaladas en derecho, por tanto, su poder se mantiene. Esta es una de las razones para cambiar el término “democracia” por “plutocracia”.

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