JOSE GUILLERMO CLARO PENNA

Por: José Guillermo Claros Penna*

El notable filosofo prusiano de la ilustración, Immanuel Kant (Königsberg, Prusia; 22-abril- 1724 / Königsberg, Prusia; 12-febrero-1804), quien buscó por encima de todo, enseñar al ser humano a pensar por sí mismo y a rechazar los dogmas de todo tipo, que destruyen la razón y someten el libre pensamiento a ideas fijas, pero que no por ello negaba la importancia del conocimiento previo, al contrario, que consideraba imprescindible como punto de partida; nos dejó referido que es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción a no ser tan sólo buena voluntad. Idea articulada con lo que se nos dice, respecto que todo conocimiento es frívolo comparado con una conducta íntegra.

Es claro que la política tiene un rodeo intrínseco, la lucha por tener poder (su lado mayormente siniestro), pero también es la forma de ejercerlo que le da una dosis de deber. De ahí que podamos decir que la ciencia política y la ciencia jurídica tienen como género próximo el poder, ambas cubiertas por la ética. Desde los clásicos estudiosos de la forma de organizar a la sociedad, es incorrecto explicar el orden jurídico en función del Estado porque el Estado es una creación del derecho, por lo que debemos entender que la necesidad de normatividad y su observancia es parte de la condición humana, ya que sin ese componente se vive en la barbarie y, por ende, en el desorden; y como hoy se dice, no aguanta.

Hay dos tipos de derecho dentro de las muchas clasificaciones; esto es, el consuetudinario, producto de la evolución cultural de un pueblo; y, el deliberado, consecuencia de lo que el legislador propone. Desgraciadamente, el anhelo de cambiar la realidad con cierta prisa nos hace incurrir en hacer leyes inservibles e inocuas, de ahí que la eficacia de los códigos dependa más de la fuerza normativa de los hechos que de la voluntad de los representantes populares. Hoy, vivimos una grave confrontación derecho / política, ya que muchas veces se concibe a la ley como un estorbo, se busca la forma de soslayarla y evitar su cumplimiento, con consecuencias que pueden ser definitivamente catastróficas.

Igualmente, muchos pronunciamientos provocan grandes debates y confrontaciones entre los demasiado optimistas y los pesimistas, razón por la que seguimos viviendo la amenaza de las más viejas querellas de la humanidad, originadas en creencias religiosas aplicadas, cubiertas y rebasadas por una mal entendida política. De igual manera, nos entusiasman algunos destellos como la disminución de la pobreza, misma que la más de las veces se ve constantemente desvanecida por la profunda y aberrante desigualdad. Los avances tecnológicos rebasan nuestra capacidad de asombro y las formas perversas de su uso distorsionan nuestra cohesión social. Surgen temas atemorizantes como el cambio climático, el crecimiento incontrolable del crimen organizado, las corrientes migratorias, los temas de la geopolítica y la demografía y las inefables enfermedades contagiosas. Muchos insisten en que la más remota batalla sigue vigente: autocracia contra democracia. Los acontecimientos de los últimos años son los peores de nuestra historia, lo que debe llamarnos a ser mejores ciudadanos en el entender que la libertad debe darse siempre dentro del orden y el progreso dentro de la justicia.

*Profesional en Ciencia Militares. Administrador de Empresas. Abogado. Candidato a Doctor en Derecho joseguillermoclarospenna@autlook.com

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