Por: Abraham Rivera*
La exposición ‘GENE. Topía y revolución: 1986-1988’, comisariada por Cayetano Limorte y expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, reivindica el legado de este colectivo y su impacto disruptivo en el arte madrileño. La imagen que nos ha llegado del Madrid artístico de los ochenta es la de una escena completamente sumergida en la pintura. Un movimiento que fue auspiciado, protegido y levantado por una parte importante de la política socialista. Un hervidero de realidades artísticas, que convivió con el regreso a la democracia, y que estuvo marcado por una fuerte transformación social y cultural.
En medio de esta amalgama de expresiones creativas, surgieron movimientos que cuestionaron las estructuras establecidas, abogando por una praxis alternativa y combativa. Uno de estos grupúsculos, oculto tras las sombras del olvido institucional, fue el colectivo GENE. La exposición GENE. Topía y revolución: 1986-1988, comisariada por Cayetano Limorte y expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, reivindica el legado de este colectivo y su impacto disruptivo en el arte madrileño. A contracorriente, podemos observar cómo hoy sus obras y pensamientos no se alejan tanto de lo que algunos pensadores y artistas expresaban fuera de nuestras fronteras.
Madrid, un mosaico de mundos artísticos. No es muy complicado hacerse una idea de que con la llegada del Partido Socialista al poder, en 1982, se implementaron políticas de apoyo al arte joven. Sin embargo, paradójicamente, incentivaron una producción conservadora, muy centrada en la pintura figurativa y en el retorno a las formas tradicionales. Como describe Limorte, «la institución acapara todo… con esas buenas intenciones de apoyar a los artistas jóvenes», pero acaba «construyendo una trama de arte conservador». En contraste, al margen de estas estructuras oficiales, surgieron propuestas artísticas que desafiaban el mercado imperante. GENE fue una de estas. Formado por artistas como Celia García Bravo, Pedro Roldán, Manuel Saiz, Julio Jara y José Díaz Cuyás, entre otros, GENE se configuró como una cuña de oposición al paternalismo institucional y al academicismo predominante.
Los orígenes de GENE. El colectivo tuvo su génesis en dos proyectos independientes. Por un lado, la Galería Nacional, un espacio alternativo en el barrio de Chamberí que albergó exposiciones y performances. Por otro, el Servicio Postal de Exposiciones Múltiples y Propaganda, una iniciativa de arte postal liderada por Manuel Saiz. En septiembre de 1986, ambos proyectos se fusionaron para dar lugar a GENE, un nombre que combina las iniciales de Galería Nacional con la raíz griega gén, que remite a conceptos como origen, nacimiento o creación.

Desde su sede en Chamberí, GENE organizó reuniones y tertulias que generaron una producción prolífica: 77 envíos de arte postal, acciones performativas y la creación del sello editorial GENE Ediciones. Su filosófica praxis cooperativa rechazaba el autoritarismo y promovía una suma de individualidades, un rasgo que Limorte destaca como «una postura antiautoritaria que los vincula con ciertos debates libertarios». Y continúa desarrollando: «Es muy bonito porque todos tenían en común la imagen de GENE como una especie de espacio. Ellos hablaban todo el rato de que GENE, más que un grupo de artistas, era un espacio de pensamiento y de reflexión y de debate. Y no siempre estaban de acuerdo. Y eso era lo que les interesaba».
Censura institucional. En 1986, GENE sufrió un acto de censura durante la exposición de 13 jóvenes pintores, organizada por el Ayuntamiento de Madrid en el Círculo de Bellas Artes. Una obra de uno de sus miembros, Pedro Roldán, fue retirada bajo el pretexto de que «carecía del peso y tamaño necesarios para ser una pintura». Este episodio ilustra cómo «el sistema terminó rechazando propuestas que desafiaban el canon establecido», dice Limorte. Para GENE, fue un ejemplo del paternalismo cultural que intentaban combatir.
En respuesta, Roldán y otros diez artistas firmaron una carta publicada en El País, denunciando la censura en un régimen que pretendía ser democrático. Este incidente inspiró una de las acciones postales más icónicas del colectivo: cartas dirigidas a instituciones artísticas en las que, con ironía, rechazaban participar en sus convocatorias. En una de ellas podía leerse: «Siento comunicarle que su concurso no ha sido seleccionado para contar con obra mía este año. Espero de nuevo su colaboración para la próxima edición». Para Limorte, este tipo de respuestas van a ser el mejor reflejo de la esencia del grupo: «Una crítica implícita, honesta y radical».
Servicio Postal y Gametos GENE. El Servicio Postal GENE fue la columna vertebral del colectivo. Este sistema de difusión enviaba obras, manifiestos y registros de las acciones realizadas, lo que finalmente terminó constituyendo una cartografía cronológica de su actividad. La autoría individual, respetada dentro del marco colectivo, permitió a los miembros desarrollar propuestas diversas, desde lo poético hasta lo político, todas unidas por un espíritu contestatario. Limorte describe los envíos como «cápsulas del tiempo» que conservan intacta «una postura cuestionadora y profundamente transformadora».
Entre sus acciones más destacadas, los «Gametos» se erigieron como intervenciones que cuestionaban todo tipo de convenciones artísticas y sociales. Por ejemplo, Gametos a favor del paro ponía encima de la mesa los ritmos del capitalismo con una performance en el centro de Madrid. Otra acción notable fue Recorrido Tercer Mundo, una caminata desde Talavera de la Reina hasta la capital que, según Limorte, reflejó el compromiso de Julio Jara con el nomadismo gitano y el situacionismo. En este trayecto, recogieron un perro atropellado que se convirtió en un objeto artístico y un símbolo de su filosofía. «Ese perro, para ellos, era una obra y era un ejemplo de muchas cosas. Representaba muchas cosas que ellos pensaban del arte y que era un motor de reflexión muy potente», comenta el comisario.
Un posicionamiento único. El manifiesto de GENE, compuesto por frases extraídas de los envíos postales, resume también su esencia. Define al colectivo como un espacio de acción y pensamiento, donde el proceso prima sobre el resultado. Una actitud que cristaliza en obras como el múltiple realizado por Julio Jara y Manuel Saiz, un bloque de piedra con una llave incrustada que representaba el acceso al espacio de GENE. Para entrar, el observador debía destruir la obra, una clara declaración antifetichista. GENE también se opuso a la instrumentalización del arte. Sus miembros rechazaban las estructuras del mercado y el apoyo institucional, lo que buscaba mantener su práctica libre de interferencias externas. Como Limorte indica, su postura «no instrumentaliza la práctica artística», sino que utiliza «una actitud implícita de crítica honesta».
Arqueología de la resistencia. La exposición GENE. Topía y revolución: 1986-1988 es la primera muestra que reúne de manera exhaustiva el material disperso del colectivo. Este trabajo ha sido posible gracias al esfuerzo de Limorte, que rastreó a coleccionistas y artistas para recuperar sobres, documentos y objetos que habían permanecido olvidados durante décadas. La muestra incluye fotografías, publicaciones y envíos postales. El carácter arqueológico de la exposición no está exento de tensiones. Algunos miembros del colectivo comentaban el día de la inauguración que tenían sentimientos encontrados al ver sus obras en el Reina Sofía, la institución que encarna aquello contra lo que lucharon. Para ellos, según Limorte, «es una especie de fracaso o traición, una perspectiva casi arqueológica de su actitud».
Una reflexión actual. A pesar de los cuarenta años transcurridos, GENE sigue siendo relevante. Su crítica a la instrumentalización del arte, y su mirada en lo que es la acción colectiva, también nos habla de un presente donde el mercado parece haber absorbido todas las prácticas artísticas. Limorte destaca que «GENE continúa siendo una reflexión pertinente», una invitación a repensar las estructuras del arte contemporáneo.
La exposición, abierta hasta marzo de 2025, ofrece una oportunidad única para explorar la obra y la filosofía de este colectivo. Es un recordatorio de que, incluso en los rincones más marginales, el arte puede ser un motor de transformación y resistencia. Como manifiesta Limorte, GENE además de una huella del pasado, también es un símbolo de lo que el arte puede ser cuando se libera de las cadenas del mercado y la institución.
*Periodista. Columnista.