Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
La cultura democrática es, debe y tiene que ser en el tiempo una construcción continua de toda la sociedad, una actitud de la ciudadanía frente al sistema político, la confianza que se deposita en las instituciones, las creencias y valores de cómo funciona o debería funcionar un gobierno; ya que las elecciones en sí mismas, no aseguran la estabilidad de la democracia, puesto que para lo cual, se requiere participación de la ciudadanía en forma responsable, activa, informándose, reflexionando sobre las causas de la realidad que afectan vida, familia y comunidad.
El populismo lleva a una división de la sociedad a partir de discursos vacíos e idearios manipulados, provocando un daño en la cultura política de la ciudadanía que se adhiere a causas inconscientemente. Abre grietas difíciles de subsanar solo solucionables con inversión en educación, formación cívica en los colegios y formación de la ciudadanía en forma constante con capacitaciones a través de campañas de comunicación, enviando mensajes a la sociedad, para que ello ayude a que seamos una población con al menos un aceptable nivel cultural y educativo, que empuje hacia el desarrollo integral, que vele por las justas causas, por los derechos humanos y fundamentales, lo cual nos lleve como país en contexto de cultura democrática, al servicio del prójimo, unidos y construyendo cultura de libertad, justicia y verdad; al tiempo de ser espacio de confluencia ciudadana, donde la ciudadanía en general empodere sus voces, aliento, voluntad, entusiasmo, y disponga su ánimo, hacer y quehacer en defensa de la democracia y sus derechos en los órdenes interno y externo, lo que ayudará a promover una cultura democrática a través de proyectos políticos, sociales y culturales basados en valores humanistas.
Cultura democrática es buscar caminos, buscar salidas, encontrarle sentido al recorrido que hagamos. Hacer llamados a la reflexión y a un análisis profundo antes de tomar acciones en un contexto determinado que queramos abordar para contribuir a la democracia y defender los valores fundamentales. Si tomamos nota del rumbo equivocado que se ha tomado en el pasado, podremos encontrar el camino hacia el centro y el equilibrio que anhelamos. Es llegar a conclusiones objetivas de los casos de abusos de poder tras consideraciones de todas las variables y posiciones de las partes una de las mejores maneras de despolitizar en realidad y verdad nuestros derechos tan manipulados como parcializados por los gobiernos como por las organizaciones de la sociedad civil.
Interesa entonces, visto lo antecedente, contribuir a la cultura democrática como camino hacia una sociedad desarrollada, justa, equitativa y libre, donde se promueva la participación ciudadana democrática activa en la búsqueda y procura del bien común y la defensa de los derechos fundamentales, para así robustecer, ojalá de una vez por todas, el papel de la sociedad civil como espacio de desarrollo de las personas en la comunidad.
En definitiva, la cultura democrática debe soportarse sobre bases humanistas, promover la democracia, defender los derechos fundamentales, la pluralidad y la libertad de pensamiento y opinión, la solución de conflictos a través del diálogo en una cultura de vida; al tiempo de entender que es la persona humana el centro de toda política pública y que el Estado orientado al bien común debe respetar el principio de subsidiaridad, así como tener la educación como base de democracia, desarrollo, solidaridad, cooperación e interdependencia de las personas y las naciones.
*Saúl Alfonso Herrera Henríquez. Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. saulherrera.h@gmail.com