✍Por: Juan Pablo Bermúdez Riaño
Soy bogotano. Esta ciudad, que para algunos es un buen vividero, realmente, está perdiendo su grandeza desde adentro. Entre tantos aspectos negativos internos que cabe discutir, hablemos de la movilidad en esta ocasión. Este es un tema complejo, polémico y problemático, inclusive, para cualquier ciudad de Colombia, en realidad, pero no cabe duda de que el de Bogotá es particularmente difícil. Hay tantos asuntos que tratar como problemas.
Salir en carro por Bogotá se ha convertido en una pesadilla. Un gráfico de la Universidad de Los Andes, revelado por la BBC, que pone de manifiesto la insuficiente planeación urbana, demuestra que la densidad poblacional se encuentra, mayoritariamente, al sur, al occidente y al noroccidente de la ciudad, mientras que la densidad laboral, en el centro-norte de Bogotá. Esto significa que, diariamente, millones de traslados se efectúan de afuera hacia adentro de la ciudad por la mañana, y estos mismos en la tarde en sentido contrario. No hay vías que aguanten. Hacer uso del transporte público debería de ser la solución. Pero el sistema no es bueno, está en crisis y ha colapsado hace ya tiempo.
Los huecos en las vías bogotanas
Los huecos son una problemática de nunca acabarse. La administración manifiesta haber tapado cerca de 300.000 huecos recientemente, lo que es muy bueno, no obstante, algunos de estos ya se han destapado de nuevo y a otros no se les ha puesto atención. Las vías bogotanas se han convertido en una suerte de pista de obstáculos que se deben evitar; son cráteres de magnitud considerable que podrían causar un grave accidente. Los más vulnerables: motociclistas y biciusuarios. Se ven casos que resultan ser irónicos, como, por ejemplo, un tope reductor de velocidad entre huecos con pintura encima. Preocupa la desconexión entre contratistas en la gestión integral del mantenimiento de la malla vial. A propósito, los bogotanos hemos visto en las últimas semanas la instalación de masivos topes reductores y conos amarillos por la ciudad que causan represamientos, incomodidades, resultan ser inútiles pedazos de plástico y cúmulos de asfalto, en caso de los topes. Debería trabajarse, más bien, la cultura ciudadana, volver a esa época de la inteligencia vial, por ejemplo, porque también se trata de faltos de ciudadanía y convivencia.
Muchos vehículos y actores viales
A la ciudad se le quedaron pequeñas las vías, ya hay muchos vehículos, como también actores viales. En Bogotá, absolutamente todos los actores viales, a saber, peatones, peatones en condición de discapacidad, biciusuarios, motociclistas, conductores de vehículos particulares y de servicio público, usuarios de vehículos eléctricos, de monopatines y motos, agentes de tránsito, vehículos de carga, deben poder gozar plenamente de sus derechos a la hora de movilizarse por su ciudad -también cumplir deberes a cabalidad, por supuesto-. No se trata, entonces, de obligar el uso de un medio de transporte en particular. La solución, definitivamente, no es que no se use el vehículo particular, como lo da a entender la administración misma. Este actor es quien paga los impuestos más altos sin retribución alguna. En lugar de crecer en facilidades, carriles, espacios, parqueaderos, se está restringiendo y limitando la movilidad, una suerte de decrecimiento progresivo, famoso por estos días. La masificación de la bicicleta como medio de transporte es beneficiosa para el medio ambiente, para las congestiones, que, a propósito, se han empeorado últimamente, para la salud, pero ¿los biciusuarios se sienten seguros en las vías? ¿la infraestructura es óptima? Reitero: todos los actores viales deben poder gozar de sus derechos en plenitud.
Falta de señalización horizontal
Otro peligroso problema es la falta de señalización horizontal, la pintura especial que se pone en el piso que demarca las vías. Hay tramos importantes sin demarcación horizontal, inclusive en vías arterias o principales, un riesgo latente para todos los actores viales. ¿no es, acaso, que la política en materia de movilidad está orientada a resguardar la vida? Hace unos días, interpuse un derecho de petición dirigido a la subdirección de señalización de la secretaría de movilidad indagando por este asunto. Me contestaron que el distrito no cuantifica la señalización faltante, puesto que la gestión de esta entidad se basa en el cumplimiento de metas por medio de un contrato de tipo de licitación pública por un monto de 147 mil millones de pesos. Las metas son claras, pero no se ve la ejecución. ¿Será porque no se sabe, a ciencia cierta, la ubicación exacta y la cantidad de tramos que requieren intervención? Vale la pena hacer vigilancia a este asunto. La señalización es importante, previene accidentes. En fin, complicado ¿no?
No se identifica una solución integral en un plazo próximo. Lamentablemente y en detrimento de los propios bogotanos, parece que las cosas seguirán así por ahora.