lisbeth barraza escorcia

Por: Lisbeth Paola Barraza Escorcia*

Hemos alcanzado en el país cifras vergonzosas, de escándalo en casos de feminicidios consumados, lo cual demuestra que la absurda violencia de género sigue siendo un flagelo profundamente arraigado en nuestra sociedad, hasta el punto qué supera hoy el número de feminicidios reportados durante todo el año anterior. Un saldo en rojo desastroso. Aberrante. Una deuda evidente con las mujeres tanto en feminicidios consumados como en calificación de tentativa.

Todo el país registra hechos de esta naturaleza, muchos de nuestros municipios resaltan en el mapa esta devastación, con cifras elevadas que representan vidas arrebatadas, sueños truncados de mujeres que eran hijas, madres, hermanas y amigas. Detrás de cada cifra hay una historia de profundo dolor y una sociedad que debe reflexionar profundamente sobre las causas y soluciones a esta violencia sistemática que habla mla y peor de la sociedad en que vivimos.

Según Observatorio de Mujeres y Equidad de Género, la violencia, antes de escalar al feminicidio, pasa por un ciclo de abusos que a menudo queda normalizado e invisibilizado, entre otras cosas porque el sistema de justicia aún no ha podido estructurar respuestas rápidas y eficaces contra estas conductas, mientras la Fiscalía General de la Nación ha desarrollado una guía basada en el protocolo latinoamericano para la investigación de feminicidios, incorporando una perspectiva de género en todas las etapas del proceso judicial, pero la verdad es que estas buenas intenciones no logran traducirse en acciones efectivas., como bien y mejor se sostiene por expertos en la temática.

Por otra parte, está el hecho, no menos trágico, que un muy alto porcentaje de mujeres que se reconocen como víctimas de violencia basada en género no denuncian los hechos. La falta de fe en la justicia y el temor a represalias paralizan a muchas, mientras que otras simplemente no saben a dónde acudir. Las rutas de atención existen en teoría, pero su eficacia depende de un compromiso institucional que en la práctica no opera desgraciadamente.

Es claro por todo lo cual, que el Estado tiene la responsabilidad no solo de investigar y sancionar, sino de atender preventivamente a las víctimas fortaleciendo las medidas de protección y garantizando un acompañamiento continuo, para lo que es crucial que las valoraciones de riesgo comprendan la naturaleza escalable de la violencia de género, otra de las afirmaciones provenientes de académicos y científicos sociales.

Hace lo cual esencial sobremanera, desmantelar los paradigmas de subordinación e inferioridad que aún perduran, por lo que se hace imprescindible actuar sobre las causas estructurales de esta violencia sistemática, para evitar más tragedias. Tienen que ser nuestros territorios un ejemplo de cambio o continuar siendo un testimonio trágico de lo que ocurre cuando el silencio y la inacción prevalecen. La esperanza reside en una sensibilización de la sociedad y el Estado hacia un esfuerzo incansable por cambiar el curso de esta tormenta y devolver la luz a las vidas de las mujeres entre nosotros. Debemos y tenemos que actuar, exigir justicia y construir un futuro donde las mujeres puedan vivir sin miedo, como debe y tiene que ser. A la mujer se debe solo querer y amar, en la seguridad que nos va mejor a todos.

*Lideresa Social. Tallerista. Conferencista. Columnista

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