Luis Gilberto Ramírez Calle

Por: Luis Gilberto Ramírez Calle*

Claro como el agua clara es que la esperanza, lo último que se pierde como reza el decir popular -y es el estado de ánimo en el cual se cree que aquello que uno desea o pretende es posible. Ya sea a partir de un sustento lógico o en base a la fe, quien tiene esperanza considera que puede conseguir algo o alcanzar un determinado logro-, reside en la seguridad de que algo tiene sentido independientemente de cual sea el resultado, aunque de vez en cuando nos colme el cansancio, la fatiga y creamos que la vida se ha detenido, que todo se repite o que entramos en un dejar hacer… dejar pasar; pero no es así por mucho que sí o no lo queramos ya que estamos en un constante devenir.

Nos lamentamos de todo, creemos que no nos ocurre nada y, sin embargo, somos una generación a la que le ha tocado vivir el paso de gobiernos, nos hemos integrado de una u otra manera, participado en la revolución de la red internet; hallarnos inmersos en una triple emergencia sanitaria, económica y social que nos encerró y atemorizó; y ahora, somos testigos de una guerra cuyo desenlace es incierto, pero cuyas consecuencias se sienten que han cambiado el mundo en unos días y para siempre. Jamás tantas cosas en mínimo tiempo.

Hace poco no sabíamos que existían ciertas ciudades por algunas latitudes; que los franceses le vendían armamento a Putin y los alemanes le compraban gas; que el dictador venezolano era el demonio para USA y hoy el petróleo los junta; que Marruecos y España andaban distanciados y la embajadora magrebí volvió a Madrid sin que importara sacrificar la tradicional amistad con los saharauis. En muchas otras veces creemos que el tiempo para raudo y últimamente son tantas las cosas que nos ocurren, que estamos agotados recordando un pasado feliz sin ser conscientes de lo cual, al creer que nos aburríamos. Ahora recordamos aquellos momentos, su lentitud, el tedio, porque no nos pasaba nada, pero tampoco nada malo. Las personas siempre deseamos tener lo que nos hace falta, que el mundo se estremezca cuando el mar está en calma y la falta de viento en las velas cuando llegan las tormentas.

Siempre estamos insatisfechos, lo que hace difícil mantener viva la esperanza que muchos confunden con optimismo, que es el convencimiento que todo saldrá bien, mientras que la esperanza, como ante dije, se encuentra en la seguridad de que lo que hacemos tiene sentido independientemente de cuál sea su resultado.

En cuanto a la guerra, el optimista cree en la victoria frente al enemigo; los esperanzados sueñan con que al final el mundo será mejor para todos. Ahora hace carrera el desánimo, pero siempre habrá motivos para la esperanza. Mientras las bombas intentan alcanzar un final sin esperanza, mantengamos viva la esperanza sin fin, porque sí bien es cierto que existen las grietas, por ellas se cuela la luz y ello no es malo.


Luis Gilberto Ramírez Calle. General (r) Ponal. Administrador. Consultor Asesor en Seguridad, Inteligencia y Defensa Nacional. Abogado. Especializado en Derecho Administrativo.

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