Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
El país debe real y verdaderamente importarnos. Estar atento a lo que en ella se sucede. Auparla como potenciarla desde nuestra posición, ser, hacer y quehacer a una mejor unidad territorial. Pensarla en grande. Trascenderla. Comprometernos y responsabilizarnos con ella. Dar el paso al costado cuando de manera honesta sintamos que no estamos cumpliendo con los mejores propósitos que las transiciones exijan en beneficio patrio y además tener la también responsabilidad de explicar, desde la confianza y la legitimidad las razones que menester sean en tal dirección.
Tenemos que desear para el país y para todos y cada uno de nosotros y de nuestras familias, un porvenir de paz total, de progreso, de bienestar, de prosperidad, de seguridad, aspectos que en individualidad y en conjunto justifiquen toda buena y mejor gestión política, misma que debe seguir siendo por siempre la razón fundamental de la vida democrática de nuestra Estado de Derecho. Colombia merece nuestro sacrificio, nuestra colaboración, todas las reiteradas pruebas de confianza que debemos otorgarle. Corresponder con la nación con entrega absoluta, trabajo, dedicación, abnegación y generosidad. Prometer y mantenernos desde donde quiera que estemos, identificados con las aspiraciones que mejores sean. Estar siempre a su lado y tratar, en la medida de nuestras fuerzas, seguir en la mejor de las líneas y con el mismo espíritu de trabajo.
De la misma manera, poder tener a nuestro haber políticos no que pretendan, sino que efectivamente sirvan al Estado y saber a ciencia cierta en qué momento el precio que el pueblo ha de pagar por su permanencia y su continuidad, es superior al precio que siempre implica el cambio de la persona que encarna las mayores responsabilidades ejecutivas de la vida política de la nación, como muchas veces bien se afirma.
Debe entenderse y comprenderse que debe llegarse y estarse en la política para servir sirviendo, anteponiendo el interés general al personal, y con una vocación de entrega como pocas, así como ser consciente que no se puede ser un obstáculo para el devenir de la democracia, misma que no puede ser un paréntesis, sino una continuidad para su optino desarrollo, implementación, fortalecimiento y profundización.
Colombia debe y tiene que avanzar, tener una vida diaria en convivencia pacífica y a sus gentes en pleno bienestar. Ello no debe tener precio y cuando lo cual pueda estar en peligro, además de todo lo que ampara nuestra Constitución, cuando los malos políticos son el problema deben pensar en los demás y nunca sí mismo para mantenerse a toda costa en las mieles del poder.
Caminemos y perduremos en el tiempo como personas de bien, respecto de poder ser todo un ejemplo universal, establecernos como el positivo modelo de cambios y transformaciones pacíficas y sin traumas, demostrando todos que es posible esa complicada ingeniería política que nos debe hacer consolidar una seguridad y libertad sin traumas sociales de ninguna especie, lo que nos reconocerá la historia contemporánea.
Si bien todo tiene luces y sombras, importa estar siempre inmersos en concordia, aunar voluntades. Que nuestros políticos tengan una visión de Estado y su tienen en magno encargo democrático puesto en sus manos por la ciudadanía, responda con obligación moral de pensar en esas personas que le dieron esa excelsa oportunidad, antes que en su persona. Apliquemos el ejemplo de los mejores u no nos escudemos en disfrazar la realidad, adecuando las leyes a coyunturas y conveniencias. Nuestro país importa, es importante y bien vale la pena.
*Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. Magister en Derecho Público. Columnista. saulherrera.h@gmail.com