De: Periódico El Derecho

Cuatro son las formas básicas de capital: el natural (constituido por la dotación de recursos naturales con que cuenta un país); el construido, generado por el ser humano (que incluye diversas formas de capital: infraestructura, bienes de capital, financiero, comercial, entre otros); el capital humano (determinado por los grados de nutrición, salud, y educación de su población); y, el capital social (descubrimiento reciente de las ciencias del desarrollo). Hay en ellos, claves decisivas del progreso tecnológico, la competitividad, el crecimiento sostenido, el buen gobierno, y la estabilidad democrática.

El capital social, dice Putnam, lo conforman el grado de confianza existente entre los actores sociales de una sociedad, las normas de comportamiento cívico practicadas, y el nivel de asociatividad que la caracteriza; elementos que evidencian la riqueza y fortaleza del tejido social interno de una sociedad. La confianza, actúa como un «ahorrador de conflictos potenciales» limitando el «pleitismo».  Las actitudes positivas en materia de comportamiento cívico, que van desde cuidar los espacios públicos al pago de los impuestos, contribuyen al bienestar general. La existencia de altos niveles de asociacionismo indica que es una sociedad con capacidades para actuar cooperativamente, armar redes, concertaciones y sinergias de todo orden en su interior.

Para Coleman, se presenta tanto en el plano individual como en el colectivo. En el primero tiene que ver con el grado de integración social de un individuo, su red de contactos sociales, implica relaciones, expectativas de reciprocidad, comportamientos confiables.  Mejora la efectividad privada.  Pero también, es un bien colectivo. El capital social, al margen de las especulaciones y las búsquedas de precisión metodológicas, desde ya válidas y necesarias, está operando en la realidad a diario y tiene gran peso en el proceso de desarrollo.

La cultura cruza todas las dimensiones del capital social de una sociedad. La cultura subyace tras los componentes básicos considerados capital social, como la confianza, el comportamiento cívico, el grado de asociacionismo.  Nos indica la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de la UNESCO, que «la cultura es maneras de vivir juntos (…) moldea nuestro pensamiento, nuestra imagen, y nuestro comportamiento». La cultura engloba valores, percepciones, imágenes, formas de expresión y de comunicación, y muchísimos otros aspectos que definen la identidad de las personas, y de las naciones. Las interrelaciones entre cultura y desarrollo son de todo orden, y asombra la escasa atención que se les ha prestado.

Aparecen potenciadas al revalorizarse todos estos elementos silenciosos e invisibles, pero claramente operantes, que involucra la idea de capital social. Entre otros aspectos, los valores de que es portadora una sociedad van a incidir fuertemente sobre los esfuerzos de desarrollo. Como lo ha señalado Sen, «los códigos éticos de los empresarios y profesionales son parte de los recursos productivos de la sociedad».  Si estos códigos subrayan valores afines al proyecto reclamado por amplios sectores de la población, de desarrollo con equidad, lo favorecerán o, de lo contrario, lo obstaculizarán. Los valores predominantes en un sistema educativo en los medios de difusión masiva, y otros ámbitos influyentes de formación de valores, pueden estimular u obstruir la conformación de capital social que, a su vez, como se ha visto, tiene efectos de primer orden sobre el desarrollo. Como lo subraya Chang. “Los valores ponen las bases de la preocupación del uno por el otro más allá del solo bienestar personal.  Juegan un papel crítico en determinar si avanzarán las redes, las normas y la confianza». Valores que tiene sus raíces en la cultura, y son fortalecidos o dificultados por esta como el grado de solidaridad, altruismo, respeto, tolerancia, son esenciales para un desarrollo sostenido.

La cultura incide marcadamente sobre el estilo de vida de los diversos grupos sociales.  En la lucha contra la pobreza la cultura aparece como un elemento clave.  Como agudamente lo destaca la UNESCO: «Para los pobres los valores propios son frecuentemente lo único que pueden afirmar». Los grupos desfavorecidos tienen valores que les dan identidad.  Su irrespeto, o marginación, pueden ser totalmente lesivos a su identidad y bloquear las mejores propuestas productivas. Por el contrario, su potenciación y afirmación pueden desencadenar enormes potenciales de energía creativa.

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