Blanca Muñoz

Por: El Confidencial*

Ser un referente en el mundo de la cultura y el arte es el resultado de años de arduo trabajo, inspiración en muy diversos ámbitos, profunda reflexión… pero ante todo, una gran dosis de audacia. Más de tres décadas dedicadas a la constante exploración de materiales, escalas y formas, la artista madrileña ha logrado superarse en cada paso.

Blanca Muñoz, Premio Nacional de Grabado (1999), es la primera mujer académica en ocupar el sillón de escultura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Sus obras hablan de la exploración poética de la relación de la luz con la forma y la materia. Siguiendo la tradición iniciada por grandes escultores del siglo XX, tales como Julio González o Calder, Muñoz es capaz de romper moldes y dominar el cambio de escala con gran sensibilidad artística. Desde sus monumentales esculturas públicas que engalanan la Plaza de España en Madrid hasta las piezas de bulto vendidas en la pasada edición de ARCO, incluso se ha incursionado en el mundo de la joyería.

El próximo 21 de mayo, será galardonada en la categoría Arte y Cultura de Mujeres que inspiran el cambio, el encuentro con el que El Confidencial reconoce a las mujeres españolas más destacadas en diversos ámbitos. Aprovechando la ocasión, Muñoz nos comparte los desafíos que ha afrontado a lo largo de su carrera, repasando su singular trayectoria personal y profesional, así como su exponencial interés por el conocimiento en campos como la ciencia, la astronomía o la historia del arte.

En su evolución como artista, desde la formación en pintura en Bellas Artes, hasta el dominio del grabado o la consolidación en la escultura, ¿cuál ha sido el hito destacable en su transformación? Tras el paso por la facultad de Bellas Artes, fue clave no dedicarme a dar clases en un instituto, aunque di clases particulares muchos años. La enseñanza reglada no me interesaba en absoluto. La solución fue marcharme de España, salir del contexto que aquí me oprimía. Para poder aplicar a la beca en la Calcografía Nacional de Roma, aprendí italiano en la facultad en los dos últimos años. Fue un compromiso conmigo misma. La beca la propuse yo y me la concedió el gobierno italiano. Una vez en Roma conocí la Academia Española. Propuse a su directora abrir y poner en marcha de nuevo el taller de grabado que llevaba cerrado desde hacía décadas cogiendo telarañas. Recuperé ese taller con mi propuesta, se abrió al curso siguiente y tuve la suerte de ser la primera becaria en la especialidad de grabado. Sigue en activo hoy en día.

En esos comienzos ¿qué motivos le impulsaron a trabajar en el grabado frente a otras disciplinas artísticas? Empecé a hacer grabado porque era una manera de transportar mi estudio allí donde fuera. Desde Italia, salté a México con otra beca, donde me interesaba mucho la estampa mexicana, que tuvo una enorme tradición y fue clave para la divulgación, por ejemplo, del movimiento zapatista. Allí me di cuenta de que empezaba a construir espacios imaginarios abatiendo los planos y creando tridimensionalidad dentro del papel, que quería expandirse. En México realizo mi primera escultura. Tras pasar tres años en Madrid realizando escultura con la técnica de soldadura, me voy un par de años a Londres, entre otras cosas, porque me doy cuenta de que no puede haber un artista en este mundo, que no sepa hablar inglés. Hasta hoy, todos los días de mi vida leo en inglés. Como decía Constable: Remachar, remachar y remachar.

¿Qué es lo que ha inspirado o fascinado a Blanca Muñoz como artista? Me interesan mucho la ciencia y la historia del arte. Cada vez me interesan más cosas. Todo lo relacionado con el pensamiento. Es infinito el abanico de inspiración. He tenido una educación privilegiada: un padre científico y una madre dedicada al arte aunque no profesional. Nuestra vida familiar era irnos al campo a buscar fósiles o visitar yacimientos, iglesias o patrimonio histórico que tuviéramos alrededor. El arte ha sido una parte clave en mi educación. Mi madre era copista en el Museo del Prado, he crecido observando el arte. Eso me ha hecho ser consciente de que todo lo que observes es merecedor de un análisis para comprenderlo, darle fisicidad. Desde las nuevas tecnologías actuales que me parecen fascinantes hasta el mundo clásico. No pongo distinción, todo lo que sea buen arte, da igual su lugar en la historia.

He tenido una educación privilegiada: un padre científico y una madre dedicada al arte. La naturaleza ha sido un referente en su inspiración… Tiene la ventaja de que en un metro de bosque, ves desde el infinito hasta el microcosmos. La suerte es que mi padre fuera biólogo y químico, aprendí a apreciar la relación con los materiales. Mi casa estaba llena de artilugios químicos y era fascinante ver cómo una anilina negruzca se convertía en un rojo púrpura. Esa cercanía con los materiales ha sido muy inspiradora. También mi infancia vinculada a Castilla, ver el cielo sin contaminación lumínica. Me sabía todas las constelaciones y movimientos del ciclo anual de la bóveda celeste. Eso me llevó a interesarme por la astronomía y nuestro irrelevante lugar en el cosmos. En fin, me alimentaba de lo que tenemos todo el mundo al alcance, sin que nos cueste nada el acceso.

¿Cómo logra una artista a finales del siglo XX romper el techo de cristal impuesto por ser mujer? Nunca me he planteado romper ningún techo de cristal. Mi vocación ha venido desde niña. Es cierto que con mucha dificultad, pues nunca he tenido el privilegio de que me cayera nada del cielo y eso es lo que me ha motivado lo suficiente para que cada paso que conseguía, fuera para mí un gran logro. Es definitivo en la carrera de una artista que tengas que luchar por eso que quieres, te estimula el ver que puedes conseguir tus sueños. Al fin y al cabo, estoy todavía en esa lucha.

Pero el oficio de escultor se ha considerado, hasta hace poco, de dominio y maestría masculina, más si se trabaja con materiales arduos como el acero, el hierro o el mármol. Su mérito es doblemente destacable en su disciplina. ¿Cómo fue su acogida como mujer escultora en un ámbito tan masculino? El hecho de que fuera la sexta de siete hermanos en los años sesenta fue una suerte, nos educaron a chicas y chicos con los mismos parámetros y nunca me presionaron a elegir mis estudios. Siempre he tratado de ser discreta. Es una forma de avanzar en la vida. Creo que para hacer algo, y en un ámbito tan exigente como es dedicarse al arte, tienes que ser paciente y silenciosa. Para hacer esta carrera, pasas por muchas cribas, y hay que ir traspasando barreras. En el arte hay que ser audaz, no tener miedo. Las esculturas de la Plaza de España, por ejemplo, han sido un gran desafío al ampliar tanto la escala. Recuerdo mi primer día de estancia en Roma con la maleta para un año, no tenía hotel, a penas referencias personales, ni sitio donde caerme muerta. Mi profesión no es para acomodarse.

Sus esculturas y fuente embellecen la Plaza de España en Madrid. ¿Vamos a poder ver en un futuro más presencia de intervenciones artísticas en el espacio público? El hecho de que ahora –con la ayuda de las nuevas tecnologías y medios de producción con nuevos materiales– ya no tengas que saber un oficio para intervenir en el espacio urbano, la escultura a gran escala está ganando terreno. Málaga, el País Vasco o Valencia están más implicadas con la escultura en el espacio público que, desde luego, Madrid. Mi interés es tratar de dar valor estético al espacio urbano, es el espacio más democrático.

Es la primera mujer en la historia que ocupa el sillón de escultura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. La presencia femenina ha sido ínfima ¿Se está produciendo un cambio en la institución? Si, absolutamente. Yo fui la sexta mujer en la historia de la Academia, pero ahora hay otras siete mujeres más. Realmente en pocos años se va a conseguir lo que no se había logrado en la historia de la Academia de Bellas Artes.

¿Cómo se siente usted siendo la inspiración para nuevas generaciones de artistas? Me considero bastante clásica y en el mundo en que vivimos, no sé hasta qué punto soy inspiración¿Qué consejos les gustaría darles? Lo que pienso que creo puede servir para cualquier generación: si no te crees lo que estás haciendo y no confías en tus posibilidades, no vas a conseguir nunca nada en cualquier profesión liberal. Es fundamental involucrarte a cien por cien. La carrera de un artista, lo que tiene, es que no puedes hacer otra cosa, más que hacer Arte. Es una dedicación plena y consciente de que dejas otras muchas puertas abiertas que no vas a conseguir atravesar. Tener esta vocación, es renunciar a muchas cosas. Es un privilegio vivir de lo que haces, pero hay mucho esfuerzo detrás. Cualquier persona que quiera ser artista, lo va a conseguir si realmente lo siente. Al final también hay una criba natural, entre los treinta y cinco o cincuenta años, si no te lo crees, y no eres capaz de aguantar la implicación, pienso que no funciona. Es una profesión de muchísima exigencia.

*Entrevista Invitada

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