Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
Es sensación en todos los rincones de nuestros municipios que nos volvieron a engañar con promesas de cambio, transformación, reconciliación, justicia, equidad, igualdad y cero privilegios. Que imperaría una auténtica democracia. Que la corrupción sería combatida y aniquilada al igual que la impunidad. Que alcanzaríamos desarrollo, crecimiento y bienestar en ámbitos de buen gobierno y bien común; pero, vemos que todo ha quedado en vacuas palabras, en mentiras que enmascaran complejos, odios; y, que su intención real es hacerse al poder, conservarlo para sí, sus grupos, movimientos y patrocinadores.
Engaños mayúsculos en que caemos siempre, elecciones tras elecciones, fundamentados en falsedades, fábulas, cuentos, fantasías, medias verdades, con las que montan su entramado para referirnos historias donde los incapaces, deshonestos y nada honorables son los héroes, los mesías, los salvadores del pueblo, quienes ayudarán a los más desfavorecidos, cuando en realidad y verdad son los perversos verdugos, quienes los asfixian, los dejan sin atención médica, sin obras que los reivindiquen, sin medicinas, sin empleo, sin trabajo, sin educación, sin inversión social; y, lo que es peor, quienes permiten abiertamente que los criminales impongan su ley e impongan sus candidatos, mismos que favorecerán sus protervos intereses y continuadores de esa nueva y sofisticada corrupción, algunas que dejan huella, y otras, las más, de las que solo ellos se enteran por ser sus protagonistas.
Pareciera, y creo que sí, como si no existiera división real de poderes, al igual que pareciera evidente que en peligro está día tras días la autonomía de los organismos constitucionales. Lo que sí hay que reconocer es que nos aprestamos a tener más pobres que ayer, ser un departamento menos justo que ayer, menos seguro que ayer, con más privilegios que ayer para unos pocos y peores servicios públicos que siempre. Y con cinismo máximo nos siguen engañando.
Ahora nos dicen que ellos no son responsables de absolutamente nada, que los culpables son otros, unos villanos que no existen, los de ayer, fantasmas invisibles que sirven para justificar el desastre departamental al que nos están conduciendo desde el primero de enero de 2020, desde su nefasta posesión. En verdad convencen. Sus peroratas llenas de odios, rencores, infestadas con miedos, letalmente envenenadas, resuenan en oídos ávidos de hallar un oasis a lustros de injusticias, aunque sean mentiras. Sin percatarse de sus contradicciones, las víctimas empoderan a sus opresores. Aquellos que desprecian a las instituciones y a la democracia que los llevó al poder. Quienes aprueban mandatos autoritarios, populistas y demagogos. Para ellos lo menos es la verdad, les importa la percepción y la falsa popularidad, las cortinas de humo y distraer con temas superficiales, en el convencimiento que el poder atrae, de ahí que para muchos sea mejor hacerse el de las gafas, apoyar a quienes no deben y aprovecharse de los jugos que les sueltan. Son días de engaño. Tiempos de silencio encubridor. Reaccionamos o seguimos perdiendo. En nosotros está enmendar los entuertos.
* Saúl Alfonso Herrera Henríquez* Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. saulherrera.h@gmail.com