SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

Se sabe a ciencia cierta, como demostrado está, que en el mundo hay avances y retrocesos, y grave sería que lo común fuera hallarnos inmersos en estos últimos, lo que así parece. Y no es lo expuesto para referirme en ninguna manera a lo relativo a tecnología, informática e inteligencia artificial donde los avances son de suyo acelerados en grado sumo universalmente hablando, sino a las instituciones, a la ética del poder, a los principios y a las urdimbres y juegos de intereses. Yendo más haya, toca decir que tecnología e informática han sido usadas para la corrupción y la delincuencia organizada, lo que de manera mayormente gravosa podría pasar con la inteligencia artificial hoy tan en boga y que avanza con pocos rigores en su reglamentación.

Señala la historia que luego de la Revolución Francesa y de la independencia de los países de América (fines del S XVIII e inicios del S XIX) como que debían ser inadmisibles gobiernos con poder absoluto; que en las monarquías con régimen constitucional el rey reina, pero no gobierna; que después de la Primera Guerra Mundial, con la revolución socialista, el nazismo, el fascismo y la Falange, la carga ideológica fue motivación en gobiernos absolutistas; que culminando la Segunda Guerra Mundial, surge con mucha fuerza la República Popular China; que en los decenios recientes lo ideológico y aun lo religioso queda atrás y pasan a consolidarse espacios políticos y de controles territoriales; que las repetidas reelecciones en China, con purgas internas, en Rusia e Israel, con las secuelas que tienen en la invasión a Ucrania y en la represión en la Franja de Gaza, evidencian que los entornos de organizaciones internacionales quedan en la retórica cuando hay otros intereses; que están las reelecciones en Cuba, Venezuela, Nicaragua y El Salvador; que a esas administraciones la gestión absolutista de gobernar, en que pueden darse cosas buenas y malas, son impuestas.

En todo caso y para todos los casos, importa sobremanera que los países, bajo la premisa que somos creados iguales, debemos encarnar equidad e igualdad en democracia y ser la roca sobre la que debemos construirnos y nunca permitir que avancen amenazas en su contra como está sucediendo y nunca fingir lo contrario, especialmente por cuanto como pueblos tenemos que ser verdaderos herederos de la llama que ilumine nuestros caminos y siga ardiendo mientras nos damos a la tarea incansable de construimos prósperos, libres y justos, honestos con nosotros mismos y con los demás, así como sin extremismos que amenazan los cimientos de las repúblicas, lo que impone respetar la Constitución, las leyes, creer en el estado de derecho, reconocer la voluntad del pueblo, lo que nos permitirá avanzar sin violencia política, sino por nuestros derechos personales, la justicia, el Estado de derecho y el alma misma de los países, lo que nos permitirá potenciarnos ante las amenazas, no ser simples espectadores y entender que está en nuestro poder, en nuestras manos, detener cualquier asomo de asalto a la democracia.

Es elegir entre avanzar o retroceder. Construir porvenir u obsesionarse con el pasado. Ser una nación de esperanza, unidad y optimismo, o una nación de miedo, división y oscuridad. No podemos abrazar el odio, ayudar que prosperen anarquía y caos, ni apartarnos de la luz de la verdad para acogernos a la sombras de las mentiras. Solo juntos podemos elegir el camino correcto, mejor, el del gran porvenir, el de las posibilidades y probabilidades. El de construir sobre lo construido, el de los sueños y las esperanzas. saulherrera.h@gmail.com

*Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. Magister en Derecho Público. Columnista

TEMA ENLAZADO: AVANZAR, NO RETROCEDER (II)

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