SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

Se expresa con vehemencia en foros, encuentros conferencias, seminarios, talleres y demás otros escenarios académicos, políticos, sociales, económicos y de los más diversos ordenes en cuanto a seguridad alimentaria se refiere, que necesitamos reequilibrar el exagerado consumo de proteína animal, como aconteció en Glasgow, donde quedaron consignadas muchas alertas y sinnúmero de decepciones, en el señalamiento que todos sin excepción desde el lugar que ocupamos, estamos en la obligación de asumir nuestra responsabilidad. Ciudadanía, empresas con el liderazgo de los poderes públicos en su doble papel de administradores y reguladores de las relaciones entre actores, cabildos, apostar por una a alimentación sostenible para porque tengamos un sistema alimentario sostenible que ha sido hasta hoy insostenible y darnos la oportunidad de ser parte de la solución contribuyendo con determinación al proceso de transformar el sistema alimentario con nuevos proyectos y políticas.

Se impone trabajar en clave de equidad y justicia social, hacer transición alimentaria, reequilibrar los menús, renovar la relación entre el mundo rural y el urbano. Las ciudades no pueden seguir viviendo de espaldas al sector primario e ir tras un mundo rural vivo y un territorio equilibrado, lo que implica ayudar con decisión para que el sector primario sea una actividad viable y atractiva. De igual manera ser aliados de importancia de la comercialización en condiciones justas de la producción de proximidad. Sumarnos a la iniciativa de comercios verdes para ofrecer y señalizar los productos que contribuyen a construir una cadena alimentaria más justa, sostenible y saludable, agentes clave en la alianza virtuosa que debe forjarse entre distintos ámbitos amenazados por un sistema alimentario insostenible y desequilibrado, que incluye al pequeño comercio y la restauración de proximidad, que mantienen nuestra trama urbana de ciudad, y al sector primario local, que mantiene el territorio equilibrado.

Alimentación y clima van de la mano, por lo que hay que transformar antes que sea demasiado tarde los sistemas alimentarios en el núcleo de los acuerdos y de las políticas para afrontar la emergencia climática. Un tercio de los gases de efecto invernadero proceden de la cadena alimentaria, y las ciudades, donde habita el 55% de la población y se consume el 70% de los alimentos, tienen que ser parte de la solución, pues el impacto en territorios y personas de nuestro modelo alimentario es insostenible y debe darse cambios reales, en lo que ayudan iniciativas que garanticen mejoras y se impulsen grandes alianzas con actores sociales y económicos camino a un sistema alimentario sostenible. Mucho es el camino por recorrer, iniciar procesos, elaborar estrategias capaces de fijar un rumbo transformador que cuente con todos, aliente a la comunidad, se contribuya a frenar el cambio climático reduciendo las emisiones, combatiendo deforestación y desertificación, implantar los cultivos ecológicos, aminorar el desperdicio alimentario y el uso de sustancias químicas.

Importante y urgente es en consecuencia equilibrar el consumo de proteína animal, aumentar el consumo de productos locales y ecológicos y reducir el desperdicio alimentario, triplicar al menos la capacidad de aprovechamiento alimentario, concienciar acerca de la alimentación como base de la salud individual y colectiva, ser consecuentes con dicho vínculo, regular hasta su eliminación la publicidad infantil de comida no saludable a pesar de las resistencias. Un setenta por ciento de los fallecimientos orbitales suceden a causa de enfermedades crónicas no transmisibles, incluida una cuarta parte de los cánceres, relacionados con la mala alimentación por dietas desequilibradas o por ingesta de tóxicos.


*Saúl Alfonso Herrera Henríquez. Abogado. Especializado en Derecho Administrativo y Contractual. saulherrera.h@gmail.com
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